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SIGNOS

Un ensayo describe la historia de Cádiz de 1650 a 1830

Después de erigirse como un enclave fundamental en el llamado sistema atlántico, la ciudad de Cádiz pasó a ser un rincón casi provinciano, aislado de las grandes operaciones mercantiles. Para analizar el proceso de aquel auge, como la crisis que puso fin al Emporio del Orbe que fue la capital gaditana, el catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Cádiz (UCA) Manuel Bustos Rodríguez ha escrito el ensayo Cádiz en el sistema atlántico. La ciudad, sus comerciantes y la actividad mercantil (1650-1830). El volumen, de 570 páginas, acaba de ver la luz bajo los auspicios de la editorial Sílex y el servicio de publicaciones de la propia UCA.

Partiendo de las dos obras más antiguas relativas a este tiempo de las que hay noticias -el Compendio de la antigüedad y población y primeros moradores de la Isla y ciudad de Cádiz, de autor desconocido, y el Discurso de la fundación y antigüedades de Cádiz, de Agustín de Horozco- hasta llegar a los trabajos más divulgados de Adolfo de Castro o Ramón Solís, el catedrático rastrea todos los datos a su alcance para ofrecer una visión nueva, al mismo tiempo minuciosa y de conjunto, del Cádiz que prosperó al amparo del monopolio español con América, el modo en que fue impulsado por su burguesía comercial y cómo, tras la emancipación de las últimas colonias de ultramar, fue incapaz de generar una alternativa capaz de preservar su protagonismo en la escena mercantil internacional.

Expansión y recursos

Según Bustos, "los caracteres naturales que definen la ciudad de Cádiz lo hacen de una manera muy radical, tanto en lo que se refiere a sus posibilidades de expansión urbana como al aprovechamiento de recursos", comenta. "Alrededor de 1650, Cádiz define su vocación atlantista y americanista, en detrimento de la mediterránea y norteafricana, que hasta entonces habían tenido una gran importancia en su economía", añade el investigador.

Modelo de ciudad portuaria en el sistema atlántico, condicionado por el Estado imperial y las propias carencias de la economía hispana para responder a las necesidades coloniales, el esplendor dieciochesco recibió un primer golpe con los decretos de liberalización del comercio de 1765 y 1778, y luego otros como la expulsión de extranjeros, el bloqueo iniciado en 1796, las epidemias, la invasión napoleónica y la segregación de las colonias. "Era imposible conservar unos mercados nunca ganados del todo por los españoles", afirma el autor del ensayo. El libro se completa con un exhaustivo apéndice bibliográfico, con referencias a numerosos artículos, archivos y bibliotecas.

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