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El mendigo asesinado en 2002 no pudo ni levantarse para evitar los golpes

La policía confirma en la vista que el indigente fue apaleado mientras dormía

Antonio Mingol, el mendigo de 57 años que fue asesinado a golpes, a manos supuestamente de tres jóvenes, a las puertas de un garaje del paseo de Santa María de la Cabeza, ni siquiera pudo levantarse del suelo para defenderse, según explicaron ayer en el juicio los policías del caso. Eran cerca de las seis de la madrugada, dormía bajo unos cartones y, de pronto, tres jóvenes que habían decidido "dar un susto a un mendigo del barrio" lo mataron a palos.

El crimen sucedió el 28 de agosto de 2002. Los tres acusados que se sientan en el banquillo de la Audiencia de Madrid por estos hechos son Carlos Castro, hoy de 26 años; Rubén Hernando, de 21, y Francisco José Alía, de 22. Los tres, con matices y algunas contradicciones, han reconocido su intervención en el crimen.

Una parte de los agentes policiales que investigaron los hechos testificaron ayer ante el tribunal. El relato de los policías fue estremecedor y abunda en la tesis de que los acusados supuestamente golpearon al mendigo hasta la muerte sin ni siquiera darle una opción de defensa. "El ataque fue sorpresivo y no pudo defenderse; pero aunque hubiera podido reincorporarse, habrían sido tres personas contra una: recibió una paliza brutal", confesó un inspector de la policía.

Otra inspectora policial profundizó en la creencia del instinto criminal de los acusados, en el sentido de que, por sus hechos, éstos no pretendían simplemente dar un susto al mendigo, sino acabar con su vida. La agente policial destacó que "la víctima no tenía sangre en sus pies, había un gran charco de sangre en torno a la cabeza y parte superior del cuerpo". Cuando fue agredido, Mingol dormía bajo unos cartones en la rampa de acceso a un garaje. "Ello significa que fue agredido mientras estaba tumbado, por lo que no tuvo tiempo de reacción y defensa", añadió.

El informe de los forenses revela que Mingol tenía terribles golpes en la cabeza -hundimiento craneal- y en la zona del pecho. También fue acuchillado. Los agresores han admitido que emplearon una barra de hierro para golpearlo, aunque señalaron que su intención "no era matarlo", sino "darle un susto". Cuando uno de los abogados preguntó a uno de ellos que qué entendía él por dar un susto, éste explicó que "darle golpes".

Teléfonos interceptados

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Los agentes también aludieron ayer a las pesquisas que efectuaron para localizar a los agresores. Fueron detenidos siete meses después. Sus teléfonos fueron interceptados. Aparte de una llamada anónima a la policía en la que se indicaba que Francisco José Alía estaba implicado en el crimen del mendigo, los agentes tenían pinchados los teléfonos de los tres y grabaron conversaciones de sus madres de las que implícitamente se desprende que sabían que sus hijos podían estar relacionados con esa muerte.

Una botella de vino rota que dejaron en el lugar del crimen, y que pertenecía a la cooperativa en la que trabajan familiares de uno de ellos, también condujo a la policía hasta los presuntos autores de este horrible crimen.

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