La risa o la muerte
EN ESPAÑA LAS NOTICIAS VUELAN, así que probablemente muchos de ustedes ya se habrán enterado: Franco ha muerto. "Las estatuas, ni tocarlas", gritó Acebes cuando lo supo. Cierto que la noticia tiene treinta años, pero Acebes es muy concienzudo confirmando datos. Además, ¿qué son treinta años en la vida de una estatua?
Aquí todo lo hacemos a lo bestia, como ya se denunció el 9 de mayo de 1979 en un artículo del periódico La Nueva Rioja certeramente titulado Vientos que destruyen. Lo firmaba un tal Aznar. Se lamentaba así: "En Coslada (Madrid), las calles dedicadas a Franco y José Antonio lo estarán a partir de ahora a la Constitución. En Valencia, la plaza del Caudillo pasará a llamarse del País Valencià. Y no hemos hecho más que comenzar". Tenía razón Aznar. En 1979 no hacíamos más que comenzar. Veinticinco años después, la destrucción sigue, y él sigue denunciándola. Detrás de la denuncia van Acebes y Rajoy, por este orden. Por qué los dirigentes del PP protestan ante la retirada de estatuas de Franco es un misterio, pero con una oposición así gobierna hasta el Tato.
Por qué el PP protesta ante la retirada de estatuas de Franco es un misterio, pero con una oposición así gobierna hasta el Tato
Ahora, el empeño del PP es implicar a ZP en el 11-M, que se dice pronto. Oye, a lo mejor sí. Esto pasa a veces: "Parecía tan buena persona y mira...". El PP ha tomado la decisión de personalizar sus críticas al Gobierno en ZP, y seguramente hace muy bien, aunque quizá les falle el sentido del matiz. Después de pasarse un año llamándole bobo bienintencionado, de un día para otro deciden meterle en la conspiración del 11-M. Con un par. Para qué andar con medias tintas. Insinuaciones, medias palabras, ZP miente, oculta algo importante, tiene miedo a la verdad, que demuestre que es inocente... Puede ser, puede ser. Hay gente de ojos azules con muy mal carácter.
A simple vista no hay quien entienda al PP, pero seguro que su oposición tiene lógica, más allá de la pasión favorita del debate político español, que es discutir sobre muertos. Todo el rato. A veces se dice que España es un país guerracivilista. Para nada. Si fuéramos un país guerracivilista ya estaríamos a tiros. No hay país en el mundo que soporte tener a sus políticos discutiendo todo el día sobre muerte, territorio y religión. Cuando no es una cosa es otra, y cuando no bastan los muertos propios, los traemos de importación. Hay una enferma conectada a una máquina en EE UU y allá vamos los españoles dando opiniones como machetazos: que la desconecten, que sí, que no, que viva, que muera. La muerte nos sienta tan bien... 105 muertos en las carreteras durante la Semana Santa, dos más que el año pasado por las mismas fechas. Prácticamente igual, se dice. Por supuesto, prácticamente igual, salvo para los dos que han muerto de más; pero en España decimos prácticamente igual queriendo decir: qué lástima, no se lo podemos colgar al Gobierno, a otra cosa mariposa. A veces se lee por ahí que en otros países se discute cómo reducir la mortandad en carretera. Los muy burros. Esos extranjeros... Ante la muerte, discuten sobre soluciones, en lugar de discutir quién tiene razón, que es lo que hacemos en España.
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