Música y poetas
En el pequeño ciclo que la Orquesta de la Comunidad de Madrid le está dedicando a las relaciones entre música y literatura le ha tocado el turno a la Generación del 27 con un concierto que reunía a Lorca, Aleixandre y Alberti con algunos acompañantes menores. Como atractivo añadido de la sesión estaba el estreno de una obra escrita por Claudio Prieto (Muñeca de la Peña, Palencia, 1934) en 1978 para el Premio Italia de aquel año: Al poeta, al fuego, a la palabra, sobre textos de Vicente Aleixandre. No es el autor de Sombra del paraíso el más musicable de nuestros poetas del 27, aunque sí pueda convenir a la factura un tanto expresionista, directa, siempre denotativa y un tanto dura de sintaxis de la obra. Quizá Prieto haya sentido como una limitación la circunstancialidad de su creación, pero la verdad es que podría perfectamente haberse quedado en su momento y con su destino, en la temporalidad de su lenguaje. Después de escucharla, uno tiene la sensación de que ha podido más el anhelo de su autor por verla viva que la consciencia de un valor por el que han pasado los años. De ella me quedo con la fanfarria acompañada de piano y percusión que sigue a algún grito demasiado arrebatado de la soprano solista.
Orquesta de la Comunidad de Madrid
José Ramón Encinar, director. Ana Häsler, soprano. Obras de Revueltas, Prieto, Montsalvatge y Esplá. Auditorio Nacional. Madrid, 29 de marzo.
El resto del programa tenía un interés evidente, entre otras cosas por recuperar un par de obras que antes se escuchaban mucho más que ahora. Las Cinco canciones negras de Montsalvatge, por ejemplo, una joya de la música española que requiere una sensibilidad y una gracia en la voz solista que difícilmente podía alcanzar la del martes, Ana Häsler, por andar aquejada de una faringitis, de lo que se nos avisó antes de empezar el concierto. Démosle, pues, un margen de confianza basado en la mejoría de su salud y en la profundización en una partitura que -excepto en la Canción de cuna para dormir a un negrito- se tomó con cierto énfasis. La pájara pinta, de Oscar Esplá -con Alberti al fondo-, no merece el olvido en el que se la ha sumido en los programas. Es una delicia, divertida de escuchar, muestra del talento de alguien que abominaba de la vanguardia pero que cubría la retaguardia con enorme decoro. Para empezar, el Homenaje a García Lorca de esa fuerza de la naturaleza que fue el mexicano Silvestre Revueltas, con sus apelaciones a la tierra propia y su recuerdo a la esencia de la poesía y el destino del escritor. La Orquesta de la Comunidad de Madrid, conducida con el cuidado, la seguridad y el conocimiento habituales en José Ramón Encinar, dio lo mejor de sí en la obra de Esplá, se defendió en la de Revueltas y pudo ser más sutil en Montsalvatge.
Babelia
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