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Columna
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Exceso

Rajoy dice que hay "corrupción generalizada en Andalucía". Algo que ocurre porque no gobierna el PP, al que le sorprendieron las últimas elecciones cuando estaba haciendo de España un lugar tan limpio y tan perfecto, que acabaría asombrando al mundo. Es lógico que quien tan estupendamente bien lo ha hecho todo, allí donde gobernó o gobierna democráticamente, sienta vergüenza por lo que hacen los socialistas, allí donde se hacen con el poder para no soltarlo. Es lógico que Rajoy venga a sumar su voz a la de Arenas, para pedir limpieza, investigación y decencia, en la Andalucía en la que todo desmán es posible porque los socialistas, ya se sabe. Seguro que Rajoy no ha querido pasar por alto sobre algunos asuntos del PP, seguro que se le han olvidado y por eso solo ha pedido al Fiscal General del Estado que ordene al Fiscal Anticorrupción que investigue mirando al PSOE. Seguro que a Rajoy se le ha olvidado que, por ejemplo, en Cádiz tiene el PP un asunto peliagudo y comprometido. Me refiero al de la Zona Franca, ese asuntillo de contratos "curiosos" de bastantes milloncillos de euros y otras minucias que, una vez conocidas, han hecho decir al actual delegado que lo que los gaditanos han creado en 70 años de historia de la Zona Franca, los gestores de la etapa del PP lo podían haber echado por tierra en cinco años. Con respecto a la reacción de la presidenta del Consorcio de la Zona Franca, Teófila Mártinez, se podrá decir que ha sido cualquier cosa menos diligente y presta a que se sepa el por qué, cómo y cuándo del ir y venir de los millones que se han movido de oscura manera en el Consorcio del que es máxima responsable. El asunto es de peso, peso de euros, tanto que es seguro que Rajoy lo hubiera querido incluir en eso que, aprovechando el caso real de las facturas falsas en el Ayuntamiento de Sevilla, él llama corrupción generalizada en Andalucía. Seguro que se le olvidó. Seguro. Y también seguro que los que se apuntan a hablar de corrupción generalizada y los que se atreven a la persecución contra personas, de generación en generación, están convencidos de que han venido a este mundo a desenfundar su espada justiciera contra todo lo que se mueve. Ellos saben que nunca los justos han sido justicieros. El exceso conduce a la injusticia, irremediablemente.

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