Antonio Lorca recibe el Vila Arena por sus crónicas taurinas

Los periodistas que escriben crónicas taurinas no pueden salir por la puerta grande. No hay gloria para ellos como la que tienen los toreros. Como la que tuvo El Cid el pasado domingo en la Plaza de la Maestranza de Sevilla, después de cortar tres orejas a dos toros y cruzar a hombros y exultante la Puerta del Príncipe. Antonio Lorca, crítico taurino de EL PAÍS, estuvo allí para contarlo. Cuando ayer recibió el premio Vila Arena al conjunto de crónicas que escribió en 2004, Antonio Lorca obtuvo un reconocimiento parecido al que se tiene cuando se pasea en alto a través del principal vano de la Maestranza.

"Con este galardón se premia una forma de hacer crítica taurina en el que prevalece el gusto por la pureza del toreo", explicaba Lorca tras recibir el galardón. "Una crítica que no siempre gusta al público, y en la que se exige lo máximo del toro y del torero", continuaba el periodista, de 51 años, que antes de firmar en este periódico lo hizo en El Correo de Andalucía, y El Sol. "Antonio es un periodista callado, introvertido y tímido que hace de su pluma una muleta", dijo de Lorca Ramón Vila Jiménez, cirujano jefe de la Plaza de la Maestranza y jefe del gabinete médico de la misma que, desde hace 25 años, otorga los premios Vila Arena.

Los trofeos reciben el nombre del padre de Vila Jiménez, quien, como su hijo, fue cirujano de la plaza de toros hispalense. Con ocasión de las bodas de plata de los premios, se ha reconocido la labor de la prensa escrita y gráfica. En cuanto a los matadores, se les distingue en dos categorías, el quite artístico y el quite providencial. El primero destaca el mejor momento en la faena de más calidad de la temporada de un matador. El segundo, lo recibe aquella persona que por sus acciones haya salvado de manera providencial la vida de un torero. El Juli, y el Niño de Leganés recibieron sendos premios al quite artístico y providencial, por su trabajo en 2004.