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VISTO / OÍDO
Columna
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Jesús

Dios se teletransportó a la tierra en forma de delincuente político, le condenaron a muerte y le mataron; pero como era Dios resucitó y volvió a integrarse en sí mismo. Esto es lo que suelo sacar en limpio de todas las aberrantes apreciaciones teológicas, novelescas, iluminaciones, poéticas y obligatorias para los alumnos, de místicos y ascetas, de buenos consejeros y de enemigos, que conducen cada año a esta diáspora hacia playas y montañas, países "donde la Semana Santa no se note" (piden en las agencias) o a los burdeles de carretera. Otros van donde se nota, Zamora o Sevilla, donde sea, por el interés artístico y cultural, gastronómico y a veces erótico. ¡La grey humana! La condición de preso político, de ejecutado por difundir unas ideas que, salvo el añadido esotérico que se dice que aprendió en la escuela de sanadores de Egipto durante el tiempo misterioso del que no se sabe nada, coincidían bastante con las mías. No me costó gran trabajo adoptar para mí el Sermón de la Montaña y algunas de las cosas más normales que decía entre los olivos. No me he desprendido de él: me vale.

Pero pronto aprendí por ahí una lección política: se pueden asumir esas mismas ideas y recomendaciones, el programa completo del delincuente contra el Imperio Romano y los hebreos colaboracionistas de Palestina, gobernar en nombre de ese sacrificado por los otros, y hacer lo contrario. La parte más interesante de la lección viene del siglo IV cuando el Imperio Romano, más de tres siglos después de ejecutar al subversivo, se vio realmente amenazado por su proliferación y decidió asumirlo: fue el gran invento. Primero admitió a los cristianos con el mismo rango que a los paganos, luego decidió perseguir a matar a los idólatras paganos como antes hizo con los cristianos.

Esta ley mostró su eficacia. Como es Italia... Qué talento para la impostura política, para las mañas venecianas o los trucos napolitanos, ¡qué gran teatro, si hubiera buen espectador! Así estamos. Recuerdo a veces la Revolución de Octubre de 1934, que ahora los romanos españoles quieren transformar en la mecha de la revolución bolchevique, qué astucia inútil: en el incendio de una iglesia los mineros sacaron la imagen de Cristo a la calle para salvarlo de las llamas: "Tú no, que eres de los nuestros", decía un letrero en su pecho. En el mismísimo sagrado corazón. Que intuición, que inteligencia natural. Un socialista de hace 2005 años.

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