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Columna
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Estampita

Doña Raquel es una ciudadana muy creyente que participa con devoción y con peineta en los actos litúrgicos de Semana Santa. Pero este año la mujer anda pachucha y ha tenido que seguir las procesiones por televisión, lo cual ha supuesto un empeoramiento de su salud y un prolongado ataque de cólera. La señora y sus familiares están que trinan con los responsables de las retransmisiones del canal autonómico; más en concreto, con el programa Madrid directo, que el viernes dedicó hora y media a las procesiones de la capital. Alguien ha dicho a los reporteros que se hagan los simpáticos, que gesticulen mucho, que hablen sin cesar, que entrevisten indiscriminadamente sin ton ni son y que procuren como sea interferir en los sonidos barrocos de la procesión.

Doña Raquel, llena de unción, se puso peineta y mantilla ante el televisor, rodeada de los suyos, para seguir los pasos del Cristo de Medinaceli. Poco le duró el entusiasmo. Enseguida le sobrevinieron vahídos y aspavientos nerviosos. Rosario en mano, comenzó a imprecar a la locuaz presentadora, al sacerdote que compartía con ella plató, a los reporteros y a las autoridades que permitían semejante batiburrillo. Hubo que administrarle calmantes, pero de poco sirvieron. Su crispación aumentaba cada vez que aparecían en pantalla los reporteros, estrictamente entrenados para acabar con la paciencia del santo Job. Uno de ellos se emperró llamar estampitas a las estampas del Cristo de Medinaceli. "¡Esto es un timo!", bramó la dama. Las intervenciones interminables de los susodichos, además de desbaratar el espectáculo ceremonial, estaban repletas de obviedades, topicazos y marujeo, mareando la perdiz con reincidencia. También hubo dislates impropios de un acto litúrgico, como cuando se incitó a los costaleros a hacer una levantada y brindarla al programa Madrid directo. Hubo momentos en que aquello parecía un simulacro de Caiga quien caiga.

Doña Raquel se arrancó la peineta, la lanzó contra el televisor y cayó desmayada cuando un reportero pretendía entrevistar, en plena apoteosis de la procesión, al director del Museo del Jamón.

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