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Columna
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Paso del Ecuador

El Gobierno autonómico de Francisco Camps va a celebrar -o quizá esté ya metido en fastos- el Paso del Ecuador de la legislatura, tal como hacen o hacían los estudiantes al cubrir la primera parte de la carrera académica. La celebración se promete densa y jubilosa. Por lo que han anticipado, se autoconcederán medallas en todos los sectores de su gestión, registrando un notable alto, acaso un sobresaliente, en punto a grado de ejecución del programa. Un hito que se ha logrado a pesar de las circunstancias adversas -reales unas y presuntas otras- con que ha tropezado el equipo gobernante.

Por lo pronto, y según reiteran los portavoces del PP, los objetivos se han cubierto a pesar de la inquina del Gobierno central. No se especifica de qué modo y en qué áreas ha lastrado Madrid el progreso de la Comunidad Valenciana. Simplemente se insiste en la discriminación y, a pesar de ello, se habla de mejoras genéricas en todos los órdenes: sanidad, investigación y desarrollo -¿o en eso no?-, educación, infraestructuras, etcétera. Excusamos decir qué hubiera sido del País Valenciano si ZP y sus ministros nos hubieran otorgado lo que reputamos nuestro, además de financiarnos ese negocio para espabilados que es la Copa del América.

Añádase a ese inconveniente la herencia de un contencioso fratricida entre campistas y zaplanistas que, todo sea dicho, ya se ha diluido, pero que ha impedido -o tal parecía y algunos alegaban- durante muchos meses dedicarse a los asuntos de gobierno. Ahora ya casi se ha superado el cisma, pero también se ha perdido el pretexto que justificaba la atonía del Consell. Siempre se le podía echar las culpas al anterior presidente, al acoso de sus parciales y, especialmente, el esquilmamiento de la tesorería, derrochada en ciudades ilusorias y míticas.

A pesar de todo ello, llega la hora de las encuestas y resulta que la oposición no se come una rosca y el PP indígena está en condiciones de revalidar su mayoría absoluta en estos momentos. Ver para creer. Cierto es que el muestreo que da pábulo al virtual revolcón electoral se basa en una consulta demoscópica sin garantías conocidas. Esto es: que puede ser un invento de la intendencia partidista pepera. Pero lo grave no es la posible trola, sino que coincide en buena parte con la percepción generalizada de que los socialistas no llevan camino de enderezar su infortunio. El efecto Zapatero no se ha proyectado -todavía, al menos- por estas latitudes. El PSPV y sus cofrades habrán de hacer algo más y diferente, o armarse de paciencia.

En estas condiciones se comprende que el molt honorable valenciano y su cohorte asesora -si la tiene- haya optado por el quietismo, siendo así que le ha ido de maravilla. ¿Para qué asumir riesgos? Quedan menos de dos años de ir en el machito y ése no es tiempo bastante para articular un proyecto que ponga coto a la crisis industrial que otea, o diseñar un futuro que nos resguarde del monocultivo geriátrico al que nos abocamos. Quisimos ser California, pero como dice un amigo que se conoce el paño, acabaremos siendo una mala copia de Florida: mucha inmigración, golf a punta de pala y sol. Del agua, Dios proveerá, o no. Para algo tan elemental y predeterminado tampoco necesitamos políticos, ni siquiera empresarios. Después de todo, sin ellos hemos llegado a donde estamos.

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