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Cárcel contra los violentos en Inglaterra

Golpear a un contrario en un partido puede llevar a la cárcel si la agresión se produce en un campo del Reino Unido. En 1995, el escocés Duncan Ferguson, ahora delantero del Everton inglés, pasó 44 días en la prisión de Barlinnie tras propinarle un cabezazo a Jon Mcstay, del Raith Rovers, durante su etapa como jugador del Glasgow Rangers escocés.

Sin llegar a la cárcel, retirar a un compañero cuesta cerca de 1,5 millones de euros en el Reino Unido. Ésa es la cifra récord que un tribunal obligó a pagar en 1997 a Kevin Gray, del Huddersfield Town, por provocar que Gordon Watson, del Bradford City, se tuviese que operar seis veces una pierna tras su durísima entrada. Un profesional como Gray conocía el riesgo que suponía la entrada, según el tribunal.

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No era la primera sentencia que exigía a un futbolista el pago de los gastos médicos generados por la lesión de un rival y el dinero perdido por el jugador. Brown, del Dunfermline, abrió el camino en 1982 al reclamar una indemnización por su lesión. Los jueces no llegaron a fallar porque Brown y Pelosi, el jugador que le había apartado del fútbol, acordaron una compensación de más de 28.000 euros.

Las sentencias, sin embargo, no siempre han favorecido al jugador lesionado: O'Neill, del Norwich City, tuvo que pagar unos 216.000 euros en costas judiciales tras acordar un indemnización de 100.000 fuera de los tribunales, en 1987. Otros jugadores, como Elliott, del Chelsea, lesionado en 1991 por Saunders, del Liverpool, no fueron respaldados por los jueces al no poder demostrar la mala fe del contrario. Una intencionalidad de la que presume Roy Keane, del Manchester United, quien reconoce en sus memorias haber lesionado "por venganza" a Haaland, del Manchester City, en 2001. Cuatro años después, el centrocampista noruego ha anunciado su retirada, incapaz de recuperar los ligamentos de su rodilla izquierda, aunque todavía no ha decidido si demandará al jugador irlandés. En su cabeza deben retumbar las palabras de Keane: "Era la hora, había pasado demasiado tiempo [desde que Haaland lesionó a Keane, en 1997]. La jugada llegó. Él estaba ahí. La pelota también, creo. Ni lo dudé: 'Toma eso', le dije. Entonces, le pegué".

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