Patrones de una patera gigante
El barco que dejó a 227 africanos en Tenerife partió de Sierra Leona tripulado por tres ghaneses que ya han sido detenidos
Eran tres, no dos. Son negros, no blancos. Y partieron de Sierra Leona, no de Costa de Marfil. Se trata de los tripulantes del arrastrero Île d'Olonne, que el 5 de febrero llegó a la costa sur de Tenerife con 227 inmigrantes subsaharianos a bordo. Su nombre no tenía nada que ver con la campiña verde del oeste francés. Era una auténtica bañera flotante sin vías de agua aún, pero con todas las papeletas para hundirse por su lamentable estado. Su casco herrumbroso que un día fue verde descansa hoy en la bahía de Santa Cruz de Tenerife, donde lo ha hundido Capitanía Marítima.
Los agentes de las brigadas de extranjería del Cuerpo Nacional de Policía en Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria no han descansado hasta dar con los tres miembros de la tripulación del destartalado pesquero. Aunque la información se conoció el pasado viernes, las detenciones se han producido en las últimas dos semanas.
Muchos de los pasajeros pensaron durante la travesía que iban a morir
La policía ignora el destino inicial del buque y cómo burló controles en cuatro puertos
En contra de la primera versión ofrecida por los inmigrantes en el momento de su rescate, los tripulantes no son dos blancos, sino tres ghaneses. El capitán (S. T. O., de 41 años) fue detenido en el barrio de Taco (en el municipio tinerfeño de La Laguna), donde había permanecido oculto en un piso, desde que él y sus dos compinches huyeran al alba en una zódiac y abandonaran a los pasajeros a pocos metros de la costa, donde fue descubierta por un pescador.
El segundo de a bordo (C. F., de 38 años) cayó en la red de vigilancia desplegada en puertos y aeropuertos, cuando el 8 de marzo pretendía embarcar desde Tenerife Norte hacia Madrid. En el control de pasajeros, los agentes detectaron que pretendía salir de la isla con una tarjeta de residente de otra persona.
Otra pista llevó a la localización del maquinista en Las Palmas, el pasado día 14. K. A., de 37 años, reconoció su implicación en el caso.
Los tres detenidos han pasado a disposición judicial y el segundo de a bordo ya ha ingresado en prisión. Los tripulantes fueron confirmados como capitán, segundo y maquinista por los numerosos inmigrantes que residían en el centro de internamiento de extranjeros (CIE) de Hoya Fría. "Esta vez hemos tenido mucha suerte y no han tenido miedo a la hora de identificarlos", comentó uno de los investigadores del caso. Los tres detenidos están acusados de favorecimiento de la inmigración clandestina, delito penado con seis a ocho años de prisión. "El fiscal y el juez deberán decidir si existieron agravantes, en el caso de que hubieran puesto en peligro la vida de los 227 subsaharianos", indicó una fuente cercana al caso, aunque todos los indicios apuntan a que "jugaron con sus vidas, pero su intención no era asesinarlos; lo podían haber hecho sin ningún problema, pero quizás les condicionó que, entre el pasaje, también había muchos ghaneses".
Muchos de los pasajeros aseguraron que partieron el 5 de enero desde Costa de Marfil, pero la policía ha determinado que zarpó de Sierra Leona. Atracó, cargó personas, víveres y combustible en su capital, Freetown. Luego repetiría la misma operación en, al menos, los puertos de Guinea Conakry y Dakar (Senegal), para dirigirse a la isla de Praia (en el archipiélago de Cabo Verde), última escala antes de Tenerife.
En sus testimonios, muchos de los 223 hombres y cuatro mujeres reconocieron que durante la travesía pensaron en varios momentos que iban a morir, primero por las tormentas y las bajas temperaturas; luego de hambre, que sólo calmaron los últimos días con agua, caramelos y sobres de azúcar.
Los responsables policiales consideran que esta operación no ha concluido. La información facilitada por los tres tripulantes no basta para determinar quién está detrás de las distintas sociedades interpuestas que aparecen como armadores del barco. Sí se ha confirmado que ninguno de los detenidos llevaba dinero encima. Los 227 subsaharianos aseguran haber abonado entre 2.500 y 3.000 euros, algunos de ellos en forma de joyas o piezas de oro, reunidas entre todos sus familiares: entre 567.500 y 681.000 euros de beneficio para los traficantes de personas. "El dinero recaudado en esta operación no viajó en el barco", aseguran los investigadores; "se quedó en tierra, antes de zarpar".
"Desde luego", añaden las fuentes oficiales, Tenerife "no era el destino inicialmente previsto". La explicación de su atraque en la isla podría estar en los días de tormenta y espesa calima que esa semana cubrió Canarias, "u otra circunstancia que aún no se ha descubierto".
Otro punto sin esclarecer es cómo un barco de estas características puede burlar los controles de, al menos, cuatro puertos distintos. "Se trata de un grupo bien organizado, cuya base de operaciones está en estos países africanos y por eso debemos ser cautos con la información que suministramos", fue la única explicación aportada por las fuentes consultadas.
"Estas personas son los desheredados del mundo, hay cientos de miles como ellos; nadie tiene que reclutarlos, están deseando salir de sus países y no dudan en subirse a cualquier barco, previo pago de una fortuna, con la promesa de llegar a Europa", concluyen los investigadores.
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