Esperanza para un río maltratado
Una plataforma financiada por la Unión Europea protege el medio ambiente del río Corbones, afluente del Guadalquivir
El río Corbones es un afluente agredido. Nace en las estribaciones septentrionales de la Sierra de Málaga, al sur de la provincia de Sevilla, y muere en el Guadalquivir. A lo largo de sus 177 kilómetros de vida, las aguas de su cauce mutan de la salubridad casi cristalina de sus primeros trechos al espeso manto de espuma blanquecina que producen los vertidos urbanos en puntos de su tramo medio. No sólo los desperdicios de la vida en las ciudades ribereñas maltratan al Corbones. También lo hacen las actividades agrícolas de la campiña sevillana, las explotaciones ganaderas y los vertidos industriales. Todos dotan al río de la cantidad justa de nitratos, nitritos, fosfatos y amonio, que hacen de la vida allí una dura prueba de supervivencia.
Los estudiantes del Instituto de Enseñanza Secundaria López de Arenas de Marchena (Sevilla) fueron los primeros en dar la voz de alarma. Cinco alumnos participaron en 2000 en un concurso celebrado en Estocolmo para jóvenes investigadores. El tema versaba acerca del agua. Y el trabajo de los alumnos sobre el Corbones, que pasa a cuatro kilómetros de su pueblo, trascendió.
La Diputación de Sevilla se hizo eco de la situación y presentó un proyecto de recuperación del río a la Comisión Europea. En 2003 recibió fondos Life de la UE destinados a financiar medidas en favor del medio ambiente. Con las ayudas europeas se paga la mitad de los 1,4 millones de euros que cuesta el programa. El proyecto cristalizó el miércoles con la formación de la Plataforma para la protección del río Corbones, en Marchena, que integra al Ayuntamiento de la ciudad, el de La Puebla de Cazalla, la Diputación y los colectivos económicos más implicados -cooperativas agrícolas y pequeñas industrias-. "Lo que pretendemos es poner en común los tres pilares sobre los que se sostiene el proyecto: el control de la contaminación de las aguas, la restauración ambiental de las zonas más degradadas y fomentar una concienciación nueva en cuanto a la planificación y gestión de la cuenca", dice Francisco Conejero, biólogo responsable del Centro de Interpretación del Río Corbones, emplazado en Marchena.
Conseguir una mentalidad diferente para todos los que viven junto al río, tanto agricultores como ganaderos, industriales o simples domingueros, no es trabajo fácil. "Pero poco a poco se están dando cuenta de que la situación debe cambiar. Por ejemplo, los agricultores empiezan a comprender que las explotaciones intensivas sin control sólo son rentables a corto plazo. A largo, las consecuencias serán desastrosas", explica Conejero
En el centro que dirige, el biólogo lanza una pregunta a un grupo de alumnos de secundaria de Marchena que visitan las instalaciones: "¿Quién conoce el Corbones?". Casi todos levantan la mano. "Yo en verano voy en bici al río", dice uno. Como hacía Conejero de niño y muchas generaciones de chavales antes. "¿Y cómo está el río ahora?", vuelve a inquirir el científico. "Muy sucio", responden todos. "Con los niños la labor de educación es vital", dice Conejero. "Ellos son la base. Por eso cada semana nos visitan numerosos grupos de alumnos y profesores. A ellos les explicamos las actividades del centro y salimos a hacer estudios de campo", expone.
Uno de lugares más afectados es la intersección del río con la cañada real para ganado, entre La Puebla de Cazalla y Marchena, en el curso medio. "Aquí el Corbones se convierte en un canal a cielo abierto", dice Conejero. Su voz se ahoga en el estruendo de un camión que cruza el curso de agua. Porque, además de cabras, por la cañada pasan diariamente un sinfín de camiones procedentes de una cantera próxima. Y alrededor de Conejero, la flora autóctona de la ribera -formada por fresnos, tamariscos, rosales silvestres, álamos blancos, olmos, adelfas y hiedras- se ha sustituido por material de construcción de un vertedero improvisado.
El trabajo que realizan Conejero y su equipo -al que pertenecen dos químicos, una geógrafa y dos monitores socioculturales- durará años. "No me atrevo a decir cuánto, pero esperamos que a medio plazo, entre cinco o diez años, empezaremos a ver los primeros resultados, en especial con la flora". La naturaleza, por su parte, parece tomar la iniciativa. "Hace unos meses descubrimos presencia de nutrias. ¡Nutrias! Si se confirma, es un indicio fantástico de la capacidad de la naturaleza para sobrevivir".
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