Semirrepresentación de óperas

Con las funciones de Roberto Devereux, el Liceo ha inventado un nuevo género escénico, la ópera semirrepresentada: la orquesta en el foso, y los cantantes en el escenario, vestidos de concierto y con la partitura sobre un atril, pero entrando y saliendo como si actuaran. Incluso el coro entra y hace mutis hieráticamente, con dignidad trágica. El juego de luces hace variar las dimensiones del espacio y el ambiente dramático. Estoy por pedir funciones semirrepresentadas de todo el repertorio. No son más minimalistas que muchos montajes contemporáneos, ni necesariamente más aburridos (cuando se canta bien). Pero son más fáciles de producir y, sobre todo, de justificar artísticamente porque son infinitamente menos pretenciosas: ningún director de escena interfiere con su originalidad entre los artistas y el público. Las recomiendo vivamente. ¿Se les hace extraño que los protagonistas de un dúo amoroso estén pendientes de la partitura? Recuerden a la condesa hurgando en la bragueta del último Don Giovanni; ¿les parece acartonado el coro? Recuérdenlo vestido con bata de colegial en el último Lohengrin o haciendo caca en el Ballo de Bieito. Y escojan.