El aliado y coprotagonista perfecto para el cine
Ningún acercamiento a la obra de Julio Verne revisada por el cine puede obviar un dato biográfico esencial: tanto la máxima difusión de la obra del de Nantes como los primeros tiempos del cinematógrafo fueron contemporáneos estrictos, y los primeros que se acercaron a los apasionantes libros de Verne lo hicieron buscando un gancho comercial para productos que ya necesitaban del conocimiento del público para su funcionamiento en taquillas. Eso explica que desde 1902, el año de la primera adaptación, hasta 1929, cuando se produjo la primera sonora (una versión estadounidense de La isla misteriosa, dirigida por Lucien Hubbard), sólo se contabilicen ocho títulos, una ínfima parte del casi centenar que, hasta la fecha, se han realizado en el cine y en la televisión, el medio que desde hace un par de décadas ha monopolizado las versiones... sin que podamos estar del todo seguros de que no ha habido aún más.
En esta primera etapa destaca la pasión del pionero Georges Méliès por la obra de Verne: cinco de esos ocho títulos son suyos, y se cuentan entre los más famosos de su obra: Viaje a la Luna (1902), con ese plano extraordinario de la nave espacial incrustándose en el ojo de una Luna que tiene una oronda faz humana; Viaje a través de lo imposible (1904), Veinte mil leguas de viaje submarino (1907), La conquista del polo (basado en Viajes y aventuras del capitán Hatteras, 1912) y una versión más larga de El viaje a la Luna de 1914..., posibilidades para que Méliès plasmara su imperturbable sentido del humor y el exceso, sus impagables experimentos con copias coloreadas a mano, fotograma a fotograma...
Pero aun cuando la obra de
Verne ha conocido versiones en los países más exóticos (de Australia a Checoslovaquia, de la antigua URSS a México, de Rumania a Hungría), jamás después de Méliès las adaptaciones de sus novelas (casi siempre las mismas: a las ya mencionadas hay que añadir la más popular, Miguel Strogoff, y Los hijos del capitán Grant, La vuelta al mundo en 80 días, El misterio de la isla de los monstruos
...) han sido dirigidas por cineastas de primera fila.
Cierto, ha habido grandes nombres de la historia del cine que han puesto sus manos en el asunto, desde Karel Zeman, uno de los maestros de la animación mundial, hasta Juan A. Bardem, que terminó a trancas y barrancas La isla misteriosa en 1973. Pero no se trata de filmes precisamente ilustres, lo que no quiere decir que algunos no gozaran del favor del público: cómo no mencionar La vuelta al mundo en 80 días que dirigió Michael Anderson en 1956, con David Niven como Phileas Fogg, Cantinflas como Passpartout y un elenco en el que figuraban desde John Gielgud hasta Fernandel... Y por cierto, es un director español quien puede solicitar el honor de haber filmado, después de Méliès, la mayor cantidad de adaptaciones de Verne: Juan Piquer, director de un Viaje al centro de la Tierra (1976), de un Misterio en la isla de los monstruos (1981) y de Los diablos del mar (1981), ninguna de las cuales pasará ciertamente a los anales de las mejores adaptaciones del francés.
Dentro de los homenajes, en París se prepara en abril un festival con todas las adaptaciones cinematográficas de sus obras.
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