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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Certezas e incertidumbres de precampaña

Guiado por su optimismo antropológico, el presidente Rodríguez Zapatero auguraba un cambio político en Euskadi tras las próximas elecciones autonómicas del 17 de abril. Supongo que habrá algo más que vibraciones y augurios en las palabras del presidente, y que algunos datos les habrán servido de soporte. O pueda ser que la palabra cambio tenga en su boca un sentido más amplio y difuso que el de la alternancia en el Gobierno y dé por buena una alteración de la actual relación de fuerzas que vaya en perjuicio del presente dominio soberanista.

¿Sería ya un cambio aceptable una victoria electoral insuficiente del actual tripartito que le obligara a retirar el plan Ibarretxe o que forzara al PNV a cambiar su política de alianzas? ¿O cuando hablamos de cambio nos referimos sin ambigüedades a un cambio de gobierno, es decir, a un desalojo del PNV del poder?

Sabemos qué ocurrirá si el PNV gana con claridad las elecciones, pero ignoramos lo que pasará si las pierde
Nuestra ciudadanía teme cualquier alternativa al 'statu quo' en la que atisbe un mayor grado de inseguridad

Si en toda convocatoria electoral las perspectivas más plausibles suelen ser que gane las elecciones el partido gobernante o que las pierda, el panorama post electoral vasco, como una muestra más de nuestra anomalía, no nos ofrece un horizonte de alternativas tan nítidas. Una de las dos posibilidades, uno de los dos polos -que gane las elecciones el actual tripartito- parece nítida, pero no aparece tan clara la otra posibilidad: que las pierda, aunque no las gane.

Paso a explicarme. Patxi López ha repetido por activa y por pasiva que no entrará a formar parte de un gobierno en el que no vaya a ser el lehendakari, y entiendo que esa promesa la hace extensiva al PSE, que él dirige. Por lo tanto, Patxi López sólo será lehendakari si gana las elecciones o si, no habiéndolas ganado, se coaliga con otro u otros partidos que hayan sacado menos votos y que con su concurso le permitan obtener una mayoría suficiente.

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Supongamos que las gana. No parece verosímil que lo haga por mayoría absoluta, por lo que necesitará buscar alguna alianza para poder formar Gobierno. No sabemos con quién lo hará, por lo que su hipotético triunfo electoral no está exento de incertidumbre. Supongamos ahora que no las gane, pero que sus resultados electorales sean lo bastante buenos como para desplazar al partido ganador si se coaliga con otras fuerzas. Tampoco sabemos lo que haría dada esa circunstancia, por lo que también en este caso seguimos con la incertidumbre. ¿Sería capaz de olvidar su promesa y de coaligarse con el partido ganador, presumiblemente el PNV, si de ello deviniera un cambio radical en la actuación política de este último?

Continúa la incertidumbre. Sabemos lo que ocurrirá si el PNV gana con claridad las próximas elecciones, pero ignoramos lo que vaya a suceder si las pierde o si no las gana con suficiente holgura. Certidumbre contra incertidumbre, ¿es esta última una baza favorable o es un hándicap para las aspiraciones de Patxi López?

En las anteriores elecciones autonómicas las cosas estaban bien claras, no cabía incertidumbre alguna: sabíamos lo que iba a ocurrir ganara quien ganara. Y esa certidumbre no pareció favorecer a lo que entonces se presentaba como bloque constitucionalista. Perdió las elecciones a pesar de que se dieran todas las circunstancias que a priori le favorecían: encuestas a favor, desconcierto y resignación de su oponente, índice de participación muy alto, etcétera.

Tras unas elecciones generales -las del 2000- con un 63,8% de participación, en las que el bloque constitucionalista obtuvo un 32,5% de votos sobre el censo, en las autonómicas de 2001, con un índice de participación del 78,9%, obtuvo un 31,9% de votos sobre el censo, es decir, no recogió uno solo de los 275. 997 nuevos votantes, con el agravante añadido de que perdió en torno a los 9.000. Nadie ha conseguido explicar aún esa anomalía, que tiene mucho que ver con nuestra idiosincrasia social y con el temor de nuestra ciudadanía a cualquier alternativa al statu quo en la que atisbe un mayor grado de inseguridad. Sólo ganará quien le aporte una garantía de mayor seguridad.

¿Significa lo mismo incertidumbre que inseguridad en nuestro actual panorama? No necesariamente, ya que la incertidumbre puede generar expectativas positivas siempre que quien la canaliza ofrezca la sensación de que todas sus bazas postelectorales, sean cuales sean, garantizan un cambio sin traumas, que sea al mismo tiempo una solución para ese plus de seguridad que demandamos. A eso se le llama, creo, centralidad.

¿Puede ser Patxi lópez el candidato que guarda esas bazas en su cartera? Seguiremos hablando de esto.

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