Los artistas invisibles
Los músicos de sesión, la garantía de la calidad en la producción musical
Sus nombres pasan inadvertidos en la mayoría de los casos. Igual que su imagen. Pero su intervención es fundamental, incluso imprescindible. Sin ellos, la calidad de la producción musical no sería la misma. Así, igual que los especialistas reclaman un Oscar para ellos, los músicos de sesión podrían pedir a la industria galardones que también premiaran su labor: Su capacidad para completar una propuesta o, directamente, para enmendar la plana, en directo y en estudio. Pero se conforman con la recompensa económica inherente a cualquier trabajo; no les importa seguir siendo, de cara al gran público, los músicos invisibles.
Quien piense que los únicos que contratan a músicos profesionales son artistas como Rolling Stones, Bob Dylan y Van Morrison, y productos de marketing como Fran Perea, UPA Dance, David Bustamante y toda la cohorte de actores y concursantes televisivos metidos a estrellas del pop, se equivoca. No es una circunstancia excepcional, sino algo a la orden del día. Por ejemplo, la mayoría de los solitarios cantautores vascos se rodean de ellos. Era evidente su presencia en el primer disco de La Oreja de Van Gogh, una banda completa, donde se presentaban como "colaboraciones" la participación del guitarrista José García, el bajista Marcelo Fuentes y el batería Fernando Samalea. Y referentes como Álex Ubago, Fito Cabrales (Fitipaldis) y Mikel Erentxun también se rodean de asalariados en sus giras.
Son tan solicitados porque, generalmente, son garantía de buen hacer, como explica el presidente de la Asociación de Discográficas Vascas. "Trabajan con el artista, están en los arreglos, en los ensayos previos al estudio, se meten en el estudio y sacan adelante la pieza, en el menor tiempo y con la mayor calidad disponible. Eso es lo que caracteriza al buen músico, el first take, llegar, leer la partitura, hacer una toma de prueba y en la siguiente grabar", explica Anjel Valdés, quien recomienda no regatear en este apartado. "Igual contratas un músico al que le vas a pagar menos, y tarda una semana en grabar su instrumento. Te ha jodido, porque cada hora de estudio es un pastón. Aquí, en un estudio medio, son 60 euros la hora, así que pasa un día y se te han ido 500 euros por ahí", calcula.
El tener que ceñirse a las exigencias de terceros, no implica que el contratado se lo tome necesariamente como quien acude a fichar y se sumerge en la rutina laboralpensando más en escaquearse que en cumplir. Ya se ha dicho que los chapuceros no son apreciados, por poco que cobren, así que cuando a uno le llaman, lo mejor es dar todo de sí, poner todo el empeño, implicarse como si estuviera defendiendo un proyecto propio.
"Aunque el grupo sea malísimo, el tío que me escuche tiene que decir 'el grupo es muy malo, pero el saxofonista es el mejor que he oído'. Yo siempre me tomo el trabajar en un grupo, como mínimo, de esa manera. Nunca pienso 'voy a cobrar y me voy'. No me interesa. Hay muchos discos a los que tampoco voy encantado de la vida, pero mi reto personal es ése, que cuando oigan mis solos digan 'qué bueno es este tío, le voy a llamar para trabajar", asegura el bilbaíno Víctor de Diego, cuyo saxofón se escucha en discos de Peret, Serrat, Los Sabandeños, Nina y Pedro Guerra, entre otros.
El chelista y acordeonista guipuzcoano Pello Ramírez, que ha sido requerido por Benito Lertxundi, Xabier Lete, Mikel Urdangarin y Dulce Pontes, añade que incluso hay una parcela de creatividad en su trabajo. No siempre la cuestión es aplicarse con una partitura, limitarse a cumplir a rajatabla lo que se les pide. "A veces está escrito lo que tienes que grabar, pero muchas otras te hablan vagamente: 'Aquí tienes este tema, mete tú algo...'. En ese caso, como no tengas algo de creatividad, a ver qué metes ahí, ¿no? El músico de sesión también está creando, para ese momento tiene que conocer bien el estilo y sacar unas líneas, o tener una idea", defiende un músico que actualmente se aúpa a los escenarios teatrales para interpretar junto a Iñaki Salvador la música de la obra Paradero desconocido.
Así, la iniciativa tampoco está del todo coartada para un gremio especializado que es demandado durante todo el año. No es el suyo un trabajo estacional, como el de los grupos de verbena. Aunque tampoco es la vía más rápida para enriquecerse, ya que junto a artistas punteros del pop español se viene a cobrar entre 300 y 900 euros por bolo, dependiendo de la propia reputación y aptitud del músico, y del tirón y el caché del contratante.
Un gasto fijo como apuesta por la calidad
¿Cuánto invierte una discográfica vasca en la cuestión? Según Anjel Valdés, responsable asimismo de Elkarlanean, "el presupuesto de músicos de una producción importante puede estar parejo al coste del estudio, por ejemplo. Entre 6.000 y 8.000 euros". Aunque no duele pagarlos. "Son gente dedicada al 100 % a la música, un oficio que precisa 24 horas al día, siete días a la semana. Controla muy bien su instrumento, su técnica, la desarrolla, se interesa por la música, por otros músicos, por recibir información. Ofrecen mucha calidad y son la mejor pastilla anticopia, antipirata. La mejor manera de resistir en este circo romano de la industria musical es ofrecer calidad", sentencia.
En Euskadi esa garantía de calidad la atesoran instrumentistas como Joserra Senperena, Mikel Irazoki, Víctor y Ángel Celada, Teddy Baxter, Javier Alzola, Iñaki Salvador, Joserra Senperena, Karlos Giménez, Ángel Unzu y Pello Ramírez. Y la exigencia de ser rápidos, diestros y fiables, casi infalibles, convierte la suya en una salida muy socorrida para reputados músicos de jazz, que tienen por pasión un género minoritario y recurren a este tipo de cometidos para llegar holgados a fin de mes.
Ahí está el caso del vitoriano Ángel Celada, quien ha compaginado actuaciones con sus formaciones de jazz, clases magistrales y cursos, con sentarse a la batería con Paloma San Basilio, Orquesta Mondragón, Golpes Bajos, El Último de la Fila, Serrat, Mecano y Manolo Tena, entre otros. También está acostumbrado a tocar con superventas como Miguel Bosé, Luz Casal, Ana Torroja y David Bisbal el bajista navarro Mikel Irazoki. Y el guipuzcoano Karlos Aranzegi encuentra tan estimulante trabajar al servicio de Álex Ubago como hacerlo con su grupo de toda la vida, Bide Ertzean. "Puedes disfrutar lo mismo tocando delante de 20.000 y de 40 personas. Y para mí Bide Ertzean es más que un grupo de música, es una reunión de amigos, algo más emotivo", confiesa el percusionista.
Hoy día, los musicos de sesión funcionan como autónomos y en muchas giras son un gasto fijo a descontar, como el 10% del taquillaje que se embolsa la SGAE y diversos gastos de producción. La ausencia de un censo impide saber cuántos de estos músicos hay disponibles, pero sí se conoce quiénes son los mejores, por lo que las listas que manejan discográficas, estudios de grabación y productores son reducidas.
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