Jekyll y Hyde, en versión musical

Prosigue el Real uno de sus proyectos más coherentes -la recuperación de óperas desconocidas de autores españoles-, con la implicación de su director musical titular, como debe ser, y con un reparto vocal de suficiente garantía. Elena e Costantino está en la órbita del rossinismo militante y permite escuchar a un autor más conocido de libro que de salas de concierto.

La interpretación tuvo dos partes claramente diferenciadas. La inflexión se debe a Mariola Cantarero y su espléndida y brava aria de apertura de la segunda parte. A partir de ahí, miel sobre hojuelas. El magnífico duetto entre Saimir Pirgu y Lorenzo Regazzo, la personalidad y coraje de Ruth Rosique, el asentamiento de McPherson en un papel endemoniado... Todos habían apuntado detalles antes, pero sólo detalles. Por ejemplo, Pirgu, un tenor albanés de la escuela de Pesaro de voz bella y fraseo elegante. Fue la revelación de la noche.

También fue decisiva en el ascenso de calidad la actitud de López Cobos, un director que cada día más me hace pensar en el extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde: puede pasar de una primera parte sosa y burocrática a una segunda chispeante y vital sin perder ni un ápice de rigor.