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Crítica:ZARZUELA | IV centenario del Quijote
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Miren vuesas mercedes

El teatro de la Zarzuela ha elegido dos días muy señalados para festejar el cuarto centenario de la primera edición del Quijote: el 11 de marzo, con la pareja Falla-Chapí, y el 14 de abril, con Fernández Guerra poniendo música a la mítica película Don Quijote, de Pabst. Obviamente, anteayer se guardó un recuerdo especial para las familias de las víctimas.

Las primeras imágenes del espectáculo no fueron precisamente tranquilizadoras. El coro entonó con una energía poco matizada las seguidillas. Pronto, pronto, que es tarde, los actores chillaban en general como si tuviesen enfrente un auditorio de sordos y, en fin, la orquesta se manifestaba en plan fino y, si me apuran, fuera de estilo. La venta de Don Quijote no tiene un libreto muy feliz que se diga, aunque la música posea momentos destacables. Destacó por encima de todo la caracterización del personaje de Don Quijote por Enrique Baquerizo y, como efecto teatral, el rebaño de ovejas.

IV Centenario de Don Quijote

Ruperto Chapí: La venta de Don Quijote; Manuel de Falla: El retablo de Maese Pedro. Orquesta de la Comunidad de Madrid, Coro del Teatro. Director musical: Lorenzo Ramos. Director escénico: Luis Olmos. Con Enrique Baquerizo como Don Quijote. Nuevas producciones. Teatro de la Zarzuela, Madrid, 11 de marzo.

El retablo de Maese Pedro es otra historia y Lorenzo Ramos dio un aire diferente a la orquesta: más ágil, más en consonancia con las intenciones del autor.

La escena, sin embargo, no se desprendió del tono pesante de la primera parte. La sustitución de las marionetas por una especie de baile de autómatas con fondos futuristas o mecanicistas a lo De Chirico no es, en principio, desdeñable, pero su desarrollo fue alimentando paulatinamente un sentimiento de distancia (cosa extraña en un director tan próximo como Luis Olmos, que hizo en este escenario una lectura modélica de La bruja). Los dos espacios -el del retablo y el del público- no quedaron claramente separados, con lo que se perdió el efecto poético de evolución de Don Quijote de la realidad a la fantasía, reduciéndose su presencia a una caricatura en su "intervención" final.

Baquerizo no mantuvo el nivel de La venta y en lo vocal destacó el Trujamán de Flavio Oliver. Como golpe de efecto bien acogido resultó la cabalgada de Don Gayferos en varios planos de profundidad. Tal vez son consideraciones excesivamente particulares y la obra puede llegar de una manera más directa tal como se ha planteado. A mi modo de ver, el espectáculo no logró desprenderse de cierta dosis de frialdad. El público, en cualquier caso, aplaudió generosamente.

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