Teresa Berganza, rigor y complicidad
La cantante cumple este miércoles 70 años y los celebra de la mejor manera que sabe: cantando
Teresa Berganza cumplirá el miércoles que viene 70 años. El aniversario la pillará viajando a Santo Domingo, donde el sábado actuará junto a la Orquesta del Festival de Cadaqués. Esta misma mañana, a las once, tiene otro concierto en Roma. Con lo poco que le gusta acudir a maitines. "Es muy duro, mi voz necesita calentarse por la mañana. Pero aquí estoy", comentaba por teléfono a este diario el viernes, desde la capital italiana.
Dicho de otro modo, los 70 años no representan para ella ningún cambio sobre un guión trazado hace más de 50, cuando debutó profesionalmente en el Festival de Aix-en-Provence en el papel de Dorabella de Così fan tutte. "Ya ve, pienso celebrarlo cantando".
María Bayo: "Su gran lección está en la forma de decir, en dar peso específico a cada palabra"
Plácido: "Cuando cantas con ella, te lleva. Dirigirla es una gran responsabilidad"
Ha nacido para eso, ha vivido, vive y vivirá para eso. Y si hubiera una segunda vida, al igual que Picasso la hubiera aprovechado para pintar, ella sin duda la volvería a dedicar al canto. Victoria de los Ángeles le dijo un día que mientras una y otra conservaran una sola octava de voz, ésta se consagraría a la melodía. La soprano catalana, desaparecida recientemente, cumplió su previsión. A la mezzo madrileña le queda demasiada cuerda aún para planteárselo. Pero le guía una determinación muy similar.
"Mire, una cantante como está mejor es cantando, en el supuesto de que tenga buena voz, que ya es suponer. Si no, es mucho mejor que esté calladita". La diva, por fortuna con teléfono móvil, se encuentra esta tarde de compras por Roma. Uno la sueña en Via Veneto, seguida por Paparazzo, bloc y bolígrafo en ristre. Pero la conversación no se escora nunca del lado de la frivolidad. "No hago nada especial para este aniversario. Sigo en la brecha. Simplemente, cuando me tenga que ir, me iré, haciendo el menor ruido posible. Aunque la verdad es que hago ruido porque digo lo que pienso y no tengo ningún encargado de mis relaciones públicas". ¡Como debe ser! Genio y figura.
Por fortuna, otros son menos austeros que ella con los caprichos del calendario. Deutsche Grammophon acaba de sacar Brava Berganza! A birthday tribute, que repasa lo mejor de su arte, desde sus canciones españolas acompañadas por la guitarra de Narciso Yepes a sus celebérrimos rossinis dirigidos por Abbado, pasando, cómo, no por su revolucionaria Carmen de la mano del mismo director. Un bijou de cuatro discos compactos: voluptuosa conmemoración de su sabiduría profunda y de su no menos profundo instinto para cantar.
"¡María, guíate por el instinto!". Ese es el consejo que María Bayo recuerda desde Dresde que le dio su maestra en su primer encuentro, hace más de 20 años. "Le canté el aria de Susana Deh vieni, non tardar y se le llenaron los ojos de lágrimas". ¡Ah, la pasión de Teresa Berganza! Alfredo Kraus, su gran compañero en Werther, le aconsejó que no pusiera tanta pasión, pues corría el riesgo de que se le quebrara la voz. Se le quebró, en efecto, y ella dejó para siempre el papel de Charlotte. Pocos errores más se le conocen.
"Su gran lección está en la forma de decir, de dar a cada palabra el peso específico en cada estilo, se trate de una aria de Rossini o de Mozart, de un lied alemán o de una canción de Falla", prosigue Bayo. "Y por supuesto es maestra a la hora de construir el repertorio. Sabe qué le conviene a su voz, no se mete en territorios que le son ajenos. Conoce mucha música, tiene donde escoger".
La profesora de la Escuela de Canto de Madrid Isabel Penago, compañera de Berganza en las clases de Lola Rodríguez Aragón, repasa los perfiles de aquella formación musical. "En la época en que Teresa y yo estudiábamos, apenas se conocían e interpretaban los grandes ciclos de lied de Schumann, Schubert, Hugo Wolff o Strauss. Además, Madrid era una ciudad sin teatro de ópera. Quiero decir que las posibilidades de cantar eran muy escasas, pero nuestra profesora nos dio una formación durísima en todo ese repertorio. No había donde cantarlo entonces, pero ahora ha acabado imponiéndose". "Rigor" es la palabra que Penago escoge para calificar la trayectoria de su íntima amiga, con la que, asegura, jamás ha tenido un roce.
Tan bien deben de llevarse como para que Teresa Berganza le confiara la educación vocal de su hija Cecilia Lavilla. "Mis padres
[Teresa y el pianista Félix Lavilla, acompañante de las mejores voces españolas] nos llevaban mucho a los conciertos y mi madre me empujó para que optara por la carrera. Con ella he tenido y sigo teniendo todas las facilidades para conocer repertorio y he aprendido a ser profesional, esto es a dedicarle todo el tiempo, el trabajo y la profundidad que esta profesión exige". La música es una misión para esta familia. "Estoy orgullosísima de ser hija de en esta dedicación. Si hay una cosa que me une a mi madre es la complicidad".
Plácido Domingo ha sido elDon José por excelencia de la Carmen-Berganza. Además, en Sevilla, en 1992, la dirigió en el papel.Desde Reikiavik, donde esta noche ofrecerá un concierto, el tenor ensalza "la elegancia y el señorío" de la cantante. "Cantar con ella es un privilegio porque su entrega te lleva. Dirigirla implica una gran reponsabilidad".
Instinto, rigor, complicidad, señorío destacan pues de Teresa Berganza sus más allegados. Hay que ponerse una y otra vez el aria Una voce poco fa, de El barbero de Sevilla, la que cantó en 1971 junto a Hermann Prey y Luigi Alva, incluida en la edición discográfica conmemorativa, para darse cuenta de hasta qué punto esas características están presentes en su interpretación.
Instinto, en primer lugar. Hay que tenerlo en grado sumo para cantar de manera tan diferente las dos notas sobre la palabra ma ['pero'] de la cabaletta, cuando Rosina confiesa ser una chica dócil, respetuosa y obediente... pero... ¡si le tocan en su punto débil se convertirá en una víbora! El primer ma lo ataca como una gota de cristal resultante de la subida al agudo de la frase anterior. No obstante, en la ripresa, el ma se divorcia de las agilidades anteriores, es totalmente hacia adentro, como si quisiera oscurecer el brillo del cristal. Ahí ya sabemos qué nos va a decir Rosina, por lo que conviene acentuar su complicidad con la audiencia. En definitiva, esa ha sido su gran aportación al personaje de Carmen: una seductora nata, con todas las artes de mujer desplegadas, entre las que no figura por cierto la fuerza bruta.
¿Y el rigor? El rigor está en la claridad, en dejar que el texto fluya a través de la música, en saber colocar todas y cada una de las notas escritas, ni una más ni una menos, sin concesiones a la galería; en saber matizar perfectamente el andante inicial del aria del allegro siguiente, en combinar admirablemente el lirismo con la picardía, la ensoñación con la chispa. A menudo Teresa Beganza ha definido a la mezzosoprano como una "soprano segunda", en posesión de la misma extensión que la soprano y su misma capacidad para las agilidades, pero más centrada en el registro medio de la voz, más ancha en esa zona, más cálida, a la manera de los segundos violines de la orquesta. En cierto modo, se diluyen así los confines entre soprano y mezzo. Sin sus exageraciones, con gran elegancia, Berganza interioriza el legado de la assoluta, la gran Callas, con quien cantó Medea a finales de la década de 1950.
Pero todo eso es teoría. Lo mejor de Berganza es que esta misma mañana, si no ha habido contratiempos, está cantando en Roma y luego estará en Santo Domingo y más tarde regresará a España para seguir regalándonos su arte purísimo.
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