Un chulo más dulzón
Alfie, remake de la cinta dirigida en 1966 por Lewis Gilbert y protagonizada por Michael Caine, reincide en el diagnóstico. Donde allí había sofisticación, aquí hay chabacanería; donde había sutileza, ahora hay explicitud; donde negrura, cursilería.
Charles Shyer, familiarizado ya con el mundo de las fotocopiadoras tras dirigir las nuevas versiones de El padre de la novia y su secuela en 1991 y 1995, regresa al universo del chulo por excelencia que representa Alfie. Un atractivo hombre frío como el hielo, irrespetuoso, vividor, siempre escondido en su propia máscara de ligón profesional y huidizo cuando las cosas se ponen feas, es decir, cuando la palabra amor anda al acecho. Shyer, como Gilbert, utiliza la técnica de los monólogos del protagonista mirando a cámara y dirigiéndose directamente al espectador, una fórmula que funciona gracias al talento interpretativo y al evidente poder de atracción que demuestra Jude Law. Sin embargo, los nuevos recursos utilizados por Shyer naufragan sin remedio, como esos horteras insertos con tetas y culos (de mujer, faltaría más) en primerísimo plano para ilustrar ciertas frases del protagonista, los penosos congelados de imagen o las gratuitas particiones de pantalla.
ALFIE
Dirección: Charles Shyer. Intérpretes: Jude Law, Marisa Tomei, Susan Sarandon, Sienna Miller. Género: tragicomedia. EE UU, 2004. Duración: 103 minutos.
Además, cuando en la segunda mitad de la historia Alfie experimenta un pavoroso hundimiento personal que dejará algo confundidos a los que busquen una comedia romántica para pasar el rato, Shyer se agarra a la tristeza dulzona en lugar de tirarse del trampolín de la negrura como hacía Gilbert en el filme original. Sirvan de ejemplo de esto último la mucho más meliflua secuencia del aborto y la intromisión de una de las canciones de Mick Jagger y Dave Stewart (tan buenas como mal utilizadas) en el doloroso momento del llanto en el coche.
Babelia
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