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El teatro de la Zarzuela se suma a la celebración del 'Quijote' con obras líricas de Falla y Chapí

El teatro de la Zarzuela, de Madrid, se ha sumado a los actos conmemorativos del IV centenario de la primera edición del Quijote programando, desde mañana y hasta el 10 de abril, dos piezas inspiradas en el texto cervantino que se ofrecen conjuntamente como una unidad. Por una parte, La venta de Don Quijote, comedia lírica en un acto con música de Ruperto Chapí y libreto de Fernández Shaw, que apenas ha sido representada desde su estreno en 1902, y El retablo de maese Pedro, ópera en un acto con música y libreto de Manuel de Falla, basada en un episodio del Quijote y considerada, desde que se estrenó en 1923, una de las creaciones más bellas del compositor gaditano.

Los montajes, que también contarán con funciones pensadas en horarios idóneos para niños y jóvenes, tienen puesta en escena de Luis Olmos, al que se le encargó este trabajo antes de que supiera que iba a ser director del teatro de la Zarzuela, organismo que ha producido ambos espectáculos.

En ambas piezas el barítono Enrique Baquerizo aborda el papel de Alonso Quijano. La venta de Don Quijote es una obra coral y llena de humor en la que se produce un ilusorio encuentro entre el hidalgo caballero y el propio Cervantes. El retablo de maese Pedro tiene a Quijote y Sancho como espectadores de un teatro de marionetas que representa el cautiverio de Melisendra, cuya historia impresiona tanto a Quijote que termina metiéndose en la función y provocando un desaguisado. Esta pieza cuenta con ocho cantantes, aunque el peso de la interpretación recae en Baquerizo, el tenor Julio Morales y Flavio Oliver, sopranista que asume el papel del Trujamán, que hasta ahora ha venido haciendo un niño.

La dirección musical de Lorenzo Ramos ha contado con la Orquesta de la Comunidad de Madrid y el Coro del teatro de la Zarzuela, y la coreógrafa Fuensanta Morales ha sido la que ha convertido las marionetas sugeridas por Falla en doce bailarines a los que, junto a Olmos, ha "aguiñolado" para acercarse a las acotaciones del autor.

Para dar unidad a ambas piezas y que se puedan entender como partes de un mismo espectáculo, los escenógrafos Manuel Zuriaga y Josep Simón han recreado un espacio que se transforma, ante los ojos de los espectadores, de venta castellana en retablo.

Tanto la escenografía como los figurines de María Luis Engel han recogido la estética de las vanguardias de las primeras décadas del siglo pasado y de artistas como Giorgio di Chirico.

Luis Olmos afirmó ayer: "La venta de Don Quijote posee una música deliciosa, de la que no hay grabaciones, y El retablo de maese Pedro es una obra maestra, una auténtica preciosidad". De esta misma obra, Ramos señaló: "A la hora de ponerla en pie no puede fallar nada, porque es un perfecto mecanismo de relojería".

El director musical recordó que estas dos piezas son sólo una pequeñísima muestra de la presencia del Quijote en la música. De hecho, en el año 1947 ya se habían recogido 186 obras musicales con este tema en las que, como es lógico, no aparecían algunas posteriores de importancia musical como las creadas por Joaquín Turina o Cristóbal Halffter.

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