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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Hollywood en el barrio

Es una mañana y es un bar, pero no hay humo. No se oyen gritos empujados por el anís, el olor a fritura y a café están ausentes, y nadie habla del reciente partido de fútbol. Es un bar, pero hoy es un bar de cine. Lo atestiguan la vía de un travelling que lo atraviesa de punta a punta, los enormes focos que restan protagonismo a los fluorescentes y la barra que, vacía, mira con gélida frialdad de metal pulido a la tropa de operarios que van y vienen cambiando las cosas de lugar en busca de un orden cinematográfico. Estamos en L'Hospitalet de Llobregat, en el bar Comercio. Hoy ha venido el cine para captar lo cotidiano y nada es como cada miércoles.

"Mira qué elegante se ha puesto Demetrio, si hasta se ha quitado el delantal", dice un parroquiano. Su piel tiene el color del barro cocido y entre sus dedos marrones humea penetrante y racial la blancura de un Ducados. Apura un café con leche en la desierta barra, observando entre curioso y enterado el ajetreo que le envuelve. Hoy está ocupado, tiene algo que mirar: el cine ha venido a su bar. Pido un carajillo y Demetrio me deja el café y la botella, como en los bares de confianza, esos bares que poco a poco van desapareciendo empujados por el maquillaje de las franquicias. El Comercio aguanta.

Suena la canción y Orozco pasea frente a la barra. La ventaja del 'playback' es que se puede hacer acatarrado sin que nadie repare en ello.

Entra un tipo con una camisa de colores chillones, ojos saltones y una lengua que da de comer a quien con soltura de barrio la mueve. Es José Corbacho, director de cine gracias a Tapas, la película que ha revuelto al bar Comercio. Hoy se graba aquí un clip musical protagonizado por su amigo Antonio Orozco que ayudará a rentabilizar el enorme coste que supone hacer una película. "La cosa fue creciendo casi sin darme cuenta. Juan Cruz y yo teníamos un guión, alguien de Filmax preguntó quién lo dirigiría y tirándonos el moco dijimos que nosotros mismos. Con dos cojones. Al cabo de unas semanas me veía preguntando por un tío que veía a mi lado. Me dijeron que era el cuarto ayudante de dirección. 'Joder', pensé".

Corbacho se acoda en la barra con gesto profesional. Me cuenta que se ha pasado media vida en este bar y la otra media en el bar Deportes, que popularizó en la tele a base de citarlo. Quería hacer una película en su barrio, con vecinos haciendo de figurantes, con localizaciones por las que ha paseado, con exteriores que le pillasen cerca de casa. "Un día estaba diciéndole a María Galiana cómo hacer una secuencia y mi madre, tras preguntarme si comía en casa, soltó: '¡Anda!, si ésta es la de Cuéntame". Hollywood con boquerones. Corbacho es director de cine y Tapas, su primera película, se estrenará en mayo. "Hosti, es muy fuerte porque los de Filmax ya calculan qué grandes estrenos habrá por entonces. Yo flipo". Por la calle una señora me pregunta cuándo se estrena la película. Le respondo con fingida profesionalidad cinematográfica y de paso pregunto si ella tiene algún papel. Responde que su hijo es el pastillero del filme. Me callo.

Vuelvo a hablar cuando en el Comercio entra Antonio Orozco con un resfriado de narices. Lo cogió hace ocho días viajando de los 30 grados de Miami a los 10 bajo cero de Nueva York. Allí estaba hace cinco días actuando con Juanes en el Madison Square Garden. Hoy está grabando un clip con Corbacho y mañana toma un avión de vuelta a Miami. Sólo el periodismo te lleva de un pastillero de figuración a un triunfador de paso. Me pone el tema, inédito, en su reproductor portátil y me cuenta que lo escribió en la barra de un bar, mirando alrededor. Apunto: "Una redada en la calle... Una mirada sin voz... Un ralentí de coraje... Un manantial de cerveza... Un barrio susurrando amor... Un barrio hecho canción". Me traduce que un manantial de coraje son los viejos mirando unas obras en la calle. Dice que es una pieza muy Morente y la conversación deriva hacia el éxito del flamenco en el pop. "Crecí con Morente, Camarón, el Chocolate, Triana y el Turronero, la música que le gustaba a mi padre. A los 12 años ya me llevaba a tertulias flamencas". Reparo en que muchos de los grandes de ahora suenan meridionales y comparto lista con Antonio Orozco, uno de ellos. En tres segundos nos salen Estopa, Alejandro Sanz, Manolo García, Kiko Veneno, Bebe... Todos son hijos de emigrantes. Hijos de bares. Como Corbacho, que, según nos dice, creció con Porrina de Badajoz y Rafael Farina.

"Spike Lee tenía sus abuelos negros en Do the right thing, yo tengo a la gente de mi barrio en Tapas". Corbacho no es Spike Lee, pero los parroquianos que miran tras el cordón de la Guardia Urbana son muy de verdad. Oigo que uno de ellos dice: "La que ha liado el hijo de la Estrella", y al rato caigo en que ese debe de ser Corbacho, que sin dar descanso a su lengua reivindica las estampas propias de una cultura que a menudo no valoramos por demasiado cercana. No es la cultura de club, es la de bar con sus tapas de chorizo y tortilla, vermuts con berberechos y azulejos coloristas que en el Comercio tienen reminiscencias árabes. Ante esos azulejos un chino pega patadas al aire. Pregunto por él y Corbacho me dice que tiene un papel, que en la película hace de cocinero que aprende a cocinar vieiras gracias a Ferran Adrià, otro de los que salen en la película, otro de L'Hospitalet.

Suena la canción de Orozco y él pasea frente a la barra del bar. La ventaja del playback es que se puede hacer acatarrado sin que nadie repare en ello. La cámara le sigue. Mientras, un chaval hace una pintada en la calle. "Haz lo que debas", se lee. Tiene algo de nudo gordiano en el guión de Tapas, una película que no es una comedia sino el retrato agridulce de los personajes de un barrio. De vuelta al metro un mendigo que no sabe hablar castellano pide limosna tirado en el suelo. En los pequeños detalles la vida se hace grande. En el barrio.

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