Conversaciones
La repetición televisiva de algunos estúpidos anuncios produce tal efecto anestésico sobre las capacidades críticas que podríamos engullir toda clase de aberraciones sin que parezca (sólo parezca) que llegan a penetrar en los estadios más profundos de la conciencia.
De nuevo la naturaleza se sirve de su infinita sabiduría para impedirnos enloquecer. Por eso soportamos se cuelen en casa esas madres plastas que "sueñan con murano en la ventana" y sus adolescentes tan cursis y mandones, gentileza de compañías vendedoras de servicios telefónicos y ADSL. Pero es aún más decepcionante cuando la majadería no se limita a la publicidad comercial.
Recientemente acudí a mi cita periódica para la prevención del cáncer de mama. Y allí, en la sala de espera, se exhibía un gran cartel editado por la organización instándonos a todas a que nos convirtamos en propagandistas de las revisiones periódicas. El mensaje consiste en la foto de un grupo de mujeres, bien pasados los cuarenta, que charla relajadamente en torno a una mesa. Junto a ellas, un texto interpreta el contenido de esa conversación: "El último recuerdo romántico de hace 10 años no salva vidas. El atasco de todos los días... ídem. Lo que podrías haber sido... El acné de tus hijos... La página central de una revista del corazón... La última revisión para detectar... Cada vez que quedas con tus amigas hablas de cien cosas. Cuéntales una que les salve la vida".
Es decir: "Sabemos que hace una década que no te comes una rosca, que estás frustrada por lo que no pudiste ser, y te consideramos incapaz de razonar sobre la burbuja inmobiliaria o el sida en África". "Hablas de cien cosas", pero sobre todo de los granos de tus retoños y del tráfico en que te consumes probablemente llevándoles a entrenar (a esos mismos gorrones que desde el televisor exigen la banda ancha, porque mientras ellos se conectan "para estudiar mejor" tú puedes seguir con el comadreo telefónico durante horas y horas, chismorreando con otras desocupadas sobre todas esas simplezas de las que se supone platicamos las mujeres). Lástima que una buena causa se sirva de métodos tan zafios.
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