La productividad española perdió fuerza entre 1995 y 2003
La tasa crecerá el 0,9% en 2005, la menor de la UE a excepción de Malta
La tasa de productividad en España creció a un ritmo del 1,5% entre 1985 y 1995, pero el porcentaje descendió al 0,6% entre 1995 y 2003. Este descenso, unido al persistente diferencial de inflación con la media de la eurozona, actúa como una losa que frena la competitividad de la economía española, según un estudio de la Comisión, cuyos datos apuntan a que este año la productividad crecerá el 0,9%, la tasa más baja de la UE exceptuando Malta.
El estudio, difundido ayer por la Comisión Europea bajo el título Spain in EMU: A virtuous long-lasting cycle?, ha sido elaborado por Carlos Martínez Mongay, jefe de unidad para los países mediterráneos de la Dirección General de Asuntos Económicos y Financieros, junto con Óscar Gómez Lacalle, Joaquim Ayuso-i-Casals y Francisco de Castro Fernández. Para ellos, la escasa productividad española es "problemática" y se debe "no tanto a la alta creación de empleo" que registra España, sino sobre todo "a la insuficiente acumulación de capital y al progreso tecnológico".
En esa misma línea, ayer se conocieron también unos datos de la Comisión Europea que señalan que la productividad laboral en España crecerá este año el 0,9%, la tasa más baja de la UE con la única excepción de Malta, informa Europa Press.
Los autores del estudio recuerdan que la acumulación de capital por empleado en España creció entre 1995 y 2003 a un ritmo del 1% anual. Fue un porcentaje similar al registrado en la eurozona, pero en el caso español resulta "insatisfactorio" porque eso significa que España no redujo distancias y sigue situada en ese terreno al 67% de la media de los países de la moneda única.
Ese hecho refleja, según los autores, lo que ocurre en España: que buena parte de la actividad económica se ha concentrado y especializado en sectores y bienes de muy baja productividad como la construcción y el turismo.
La escasa inversión en tecnologías de la información (el 75% de la media europea), el mínimo gasto en investigación y desarrollo (poco más del 1%, tres veces menos que el compromiso de la UE) o el bajo porcentaje de jóvenes que completan sus estudios son otros factores que el documento destaca como origen de la escasa productividad española. Son lagunas de las razones que han influido en el hecho de que se esté agrandando la zanja entre España y el resto de la UE en la producción de bienes de alta tecnología.
El informe pone de relieve que, aunque la creación de puestos de trabajo en España ha estado muy por encima de la media europea en estos pasados años, la tasa de paro (por encima del 10%) sigue siendo una de las más elevadas de la UE. Sin embargo, recuerda, la inversión en políticas activas de empleo sigue siendo "una de las más activas de la zona euro" y "muy limitados" los gastos dedicados a los servicios de empleo y a la formación de los empleados.
Junto con la baja tasa de empleo femenino o el escaso porcentaje de contratos a tiempo parcial, también destaca el informe en el capítulo laboral la existencia de importantes disparidades en desempleo entre las regiones, por lo que propone, entre otras medidas, una relación más estrecha entre los aumentos salariales y el crecimiento de la productividad.
Poca tecnología
España, de otro lado, sigue importando muchos bienes de alta tecnología, de valor añadido, y exporta productos de baja tecnología, como automóviles, lo que origina el permanente déficit por cuenta corriente con una balanza comercial desequilibrada entre el 8% y el 9% anual. Años atrás, como recuerda Martínez Mongay, esos desequilibrios se compensaban con los ingresos por turismo (un sector que ya crece muy poco por la fuerte competencia en otros países mediterráneos), las remesas de los emigrantes (el fenómeno es ahora el contrario), la entrada de capital extranjero (estancada) y, en los últimos años, la aportación de fondos europeos (en peligro a partir de 2007), el bajo coste de mano de obra (otros países nuevos de la UE compiten con ventaja) o las devaluaciones (hoy imposibles).
"Semejantes desequilibrios pueden crear graves problemas a la economía española, porque podría derivar en cierres de empresas, más paro y, en último término, la recesión", dice Martínez Mongay, quien comenta que algunos expertos ven hoy en la economía española una situación que les recuerda a la vivida en los primeros años noventa, cuando se desató una profunda crisis económica.
"Una mejora sostenida de la competitividad española a nivel internacional exige un cambio radical", concluyen los autores del informe. Ese cambio debe implicar, añaden, el abandono del actual modelo basado en los precios y la búsqueda de una especialización sustentada en la alta productividad.
"El objetivo de la productividad debe situarse en el primer lugar de la agenda de la política económica", destaca el informe, "con el fin de promover los necesarios cambios estructurales".
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