Talento precoz
Que el cuarto largometraje de un realizador de 32 años, suspendido en sus estudios universitarios de cine, consiga el cuarto oscar en poco más de 20 años a la mejor película en lengua no inglesa de una cinematografía tan recientemente denostada como la española, es algo poco normal. Claro, que el propio Alejandro Amenábar, a sus 32 años, tampoco puede ser descrito como un ser normal. Ya a los 24 sorprendió a propios y extraños con su primer largometraje, Tesis. La misma edad a la que Francis Scott Fitzgerald publicó A este lado del paraíso. Una precocidad que en el cine tiene el valor añadido con respecto a la literatura de que, además de talento, hay que tener un cierto control sobre un equipo amplio, técnico y artístico; una inversión mucho mayor, y un mercado comercialmente mucho más exigente que el literario en términos de rentabilidad inmediata. A ello se añade que Amenábar es el compositor de las bandas sonoras de sus filmes, y de algún otro ajeno, lo que da una medida cabal de su precocidad.
Cuando se supo que Amenábar tenía previsto rodar Mar adentro, basada en los últimos tiempos del tetrapléjico Ramón Sampedro, el gremio cinematográfico se quedó perplejo. ¿Una historia de una larga agonía, de la que se conocían todos los entresijos y, por supuesto, su final, y protagonizada por alguien que sólo podía mover los ojos y la boca? Cuando meses después se pudo ver el resultado, no quedaba más remedio que descubrirse ante el talento de los guionistas, los intérpretes y el realizador.
Pese a que los ciudadanos convirtieron Mar adentro en la película española de mayor recaudación del año, una parte de la crítica, la más rancia, quiso enfrentar a Amenábar con Almodóvar (este último, con dos oscars, uno de ellos al mejor guión original). Pero fue inútil, porque no había tal confrontación. Amenábar arrasó en los últimos Goyas y Almodóvar obtuvo de nuevo el reconocimientos internacional y el tercer lugar en la recaudación anual de filmes españoles.
Hay sitio para diversos talentos en el cine español. Muchos de estos que denigran el éxito mantienen contra viento y marea que este cine es un nido de víboras que vive del cuento y de las subvenciones. Hollywood y su industria han demostrado lo contrario al volver a premiar un largometraje español como el mejor del año en lengua no inglesa.
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