Poder en Irak
¿Será el primer jefe del Gobierno de Irak tras las elecciones un islamista? Hay bastantes posibilidades. Aunque la violencia no ceja, Irak está inmerso ahora en otra batalla, esta vez política, por el puesto que conlleva más poder real, el de primer ministro. Este forcejeo refleja lo difícil que va a resultar estabilizar y democratizar ese país. La lista mayoritaria de la Alianza Unida Iraquí ha presentado a Ibrahim al Yafari, un médico que vivió largos años en el exilio londinense, abiertamente partidario de imponer la sharia, la ley islámica, y apoyado por el gran ayatolá Alí al Sistani. Pero para ser designado necesita dos terceras partes de los votos de la Asamblea elegida el 30 de enero. Frente a él se anuncia una alianza laica del poco recomendable Chalabi, que retiró su candidatura al puesto, el actual primer ministro impuesto, Ayad Alaui, los kurdos y otros grupos menores. Será necesario un pacto para lograr un acuerdo.
Aunque en principio ni Alí al Sistani ni Yafari propugnan la instauración de un régimen teocrático como el de Irán, en el que los ayatolás cuentan con una estructura paralela que controla a la del Estado, los avances hacia el reforzamiento de los principios islámicos se dejan ya notar. Las denuncias de Amnistía Internacional por el aumento de secuestros y asesinatos de mujeres y niñas tras la caída del régimen de Sadam Husein y las crecientes presiones sobre las mujeres para acatar las reglas islámicas más estrictas deberían servir de aviso. De poco parece haber servido que en la Asamblea, de 275 escaños, 90 estuvieran reservados a mujeres, pues muchas de ellas pertenecen a partidos religiosos islamistas y defienden la imposición de la sharia. El cálculo americano está saliendo mal también en esto.
El papel central del próximo Gobierno y de la Asamblea va a ser la elaboración de una Constitución, a someter a referéndum antes de fin de año. Es urgente hacer subir a bordo de este proyecto a los suníes, que se han quedado al margen de las elecciones. Sin ellos no será posible acabar con la insurgencia. Estados Unidos, que ha tenido ya 1.500 muertos y más de 11.000 heridos, confía en que la iraquización de la seguridad -militares y policías del país- permita repartir el esfuerzo. Pero si bien aumenta el número de iraquíes favorables a una salida a corto plazo de las fuerzas americanas, esa estrategia no es garantía de éxito, como se vio en Vietnam.
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