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Columna
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'California'

Eduardo Mendicutti es uno de los escritores más serios de la literatura española actual. A través del humor, de los temas poco solemnes, de la frivolidad y los desarreglos del corazón, sus palabras acaban siempre poniendo el dedo en la llaga. Las frases de Eduardo Mendicutti nos hacen reír, nos acompañan por situaciones escabrosas o rutinarias, para dejarnos al final delante de una realidad ética que nos mira a nuestros ojos de lectores. Un estilo lleno de imaginación y de exactitud se pone al servicio del poder de la narración, consiguiendo que la calidad de la prosa sea también calidad de la historia, del cuento que sucede por las páginas. Las escenas particulares, costumbristas, provocativas, se confabulan para abrir una reflexión sobre la condición humana en general, sobre las renuncias, los miedos, las crueldades y la dignidad de todos los ciudadanos. Conviene recordar esto cuando hablamos de Eduardo Mendicutti, porque sus libros de asunto homosexual corren el peligro de ser recibidos con la simpatía o el rechazo de los prejuicios. Y la literatura de Eduardo Mendicutti es abierta, matizada, capaz de introducirse en las luces y las sombras de sus temas. Las lágrimas y las risas de los personajes van de lo particular a lo general, de lo anecdótico a lo transcendente, de una sexualidad determinada a una valoración colectiva de las realidades, sin olvidarse nunca de la experiencia histórica insustituible que hay en lo particular y en lo anecdótico de cada sexualidad. Bajo cualquier orgullo late siempre un mecanismo de autodefensa. Por eso es tan respetable el orgullo de los necesitados.

El escritor de Sanlúcar de Barrameda acaba de publicar California (Tusquets), una novela directa y llena de matices, en la que se cuenta un drama de todos que es al mismo tiempo una historia de homosexuales. El joven Charly, que viajó a California en los años setenta para huir de la política, de la represión franquista y de los sacrificios antifranquistas, en busca de los placeres más alocados, se transforma en Carlos, un alto ejecutivo que pone en peligro su puesto de trabajo al oponerse a una injusticia laboral. La operación de transformismo no se realiza aquí en el cuerpo, sino en la conciencia de alguien que no quiere traicionar su responsabilidad. De la pornografía californiana pasa a la defensa de los derechos cívicos. Se lo debe a sí mismo y a los que son como él. California plantea una situación general, humana, de literatura transcendente, porque la responsabilidad ética y la dignidad son demandas generales en una sociedad acostumbrada al posibilismo y a las renuncias. Pero la novela tiene una clara identidad homosexual. Sólo las experiencias de humillación y de injusticia sufridas por su heterodoxia sexual ayudan a comprender la evolución del personaje. Como todas las novelas de Eduardo Mendicutti, California está llena de matices. La evolución de la sociedad española de los últimos 30 años puede valorarse si comparamos al muchacho que buscaba libertad en la pornografía barata de Hollywood con otro personaje decisivo de la historia, un joven broker que no quiere enturbiar su imparable ascensión económica con la defensa de los derechos civiles de los homosexuales. Una perspectiva particular para entender nuestra historia, la de todos.

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