La memoria de los olvidados

Francisca Adame Hens (La Victoria, 1922) ha sufrido mucho en sus 83 años de vida. Pero también ha sabido hacer felices a los demás y a ella misma. La seña Francisca, como le llaman en La Herrería, una pequeña aldea cordobesa de 300 habitantes perteneciente al término municipal de Fuente Palmera, viajará hasta Sevilla. El lunes, recibirá la Medalla de Andalucía.

Luchadora, comprometida y sin un ápice de rencor. "Yo no odio a nadie. Pero no puedo olvidar". Francisca no odia a quienes metieron en la cárcel a su padre tras la Guerra Civil; ni a los que también encerraron a su hermano; ni a los que encarcelaron a su cuñado; ni a quienes acabaron provocando que tuviera que salir al campo a intentar ganar unos duros...

El salón de la casa de Francisca es un gran álbum de fotos. Esta señora, con 13 nietos ya, observa un gran retrato sepia. Ella posa junto a su padre. Detrás de las dos figuras se ven rejas. Era la cárcel de Córdoba, que construyeron los propios presos. Francisca no sólo ayudó a sus familiares encarcelados. Durante años, se convirtió en un enlace entre el mundo exterior y los encarcelados: "En la cárcel, si no le llevábamos comida a los condenados lo pasaban muy mal... Si no tenían leche y fruta acababan muriendo".

Cuando Francisca recuerda, las lágrimas se mezclan con las sonrisas en su rostro arrugado. Sonrisas; cuando recuerda la primera vez que vio a Andrés en la cárcel. Este preso no había recibido ninguna visita, y ella decidió ser la primera. Lágrimas; cuando recuerda el ala en el que estaban los presos condenados a muerte: "Cuando acababa las visitas, se despedían diciéndome 'hasta el domingo, si es que todavía estamos aquí'".

Dentro de los muros de la prisión, las condiciones eran duras. Pero, extramuros, los familiares de los encarcelados también sufrían. Francisca reclama que también haya un lugar en la historia trágica de la Guerra Civil para las madres, las esposas, las hijas... Esta señora, además de ser la presidenta del PSOE de Fuente Palmera, es una de las activistas más implicadas en el Foro para la Recuperación de la Memoria Histórica de Córdoba: "No quiero que lo que cuente sirva para remover odios, lo que quiero es que los jóvenes sepan valorar lo que tenemos ahora".

En la memoria de Francisca permanecen decenas de imágenes intactas. Imágenes y sonidos. "La noche en la que terminó la guerra yo estaba con mi madre y mis hermanos en una casa de un pueblo de Ciudad Real... Lo que mejor recuerdo era el rumor de gente gritando 'Franco, Franco'. Fue una noche malísima, pasamos mucho miedo".

Francisca también tiene una vocación literaria, aunque tardía. "Lo que más me llegó a perjudicar de la guerra fue el no ir a la escuela", dice. Sólo estuvo unos días cuando era pequeña, luego aprendió a leer y escribir ella sola. A los 65 años, volvió a las aulas. "Sólo he tenido un complejo, coger un bolígrafo y ver que tengo faltas de ortografía".