Estrenos

La música, como la vida, tiene sus cosas. Y a veces se porta mal con quien no se lo merece. Diecisiete años ha tardado Agustín González Acilu (Alsasua, Navarra, 1929) en estrenar su Triple concierto, lo que debe producir en su autor esa extraña sensación como de reencontrarse con alguien de la familia después de mucho tiempo, sin saber si nos sigue cayendo bien o no. Rogelio Groba (Guláns, Pontevedra, 1930), sin embargo, ha visto cómo en menos de dos años le estrenaban su San Xian. Dos obras no ya bien diferentes, sino pertenecientes a galaxias lejanísimas entre sí y cuya audición consecutiva no dejaba de exigir un cierto esfuerzo de puesta en situación.

La a modo de suite de danzas de Groba es un modesto ejercicio basado en temas populares de su villa natal, fácil, directo y con muy poquita sustancia, hecho como para pasar el rato y me imagino que sin demasiadas pretensiones. El Concierto de González Acilu es, naturalmente, otra cosa, inserto en ese anhelo suyo porque la música hable de sí misma. Al excelente autor navarro le ha quedado una obra adusta, dura, nada complaciente con el oyente, hasta algo agresiva tímbricamente por momentos, en la que lo más interesante -aunque pueda no gratificar- resulta seguir su propia progresión interna, entre otras cosas porque ahí está su médula, mucho más en el cómo que en el qué.

Groba completó la sesión con una versión tan segura en su conducción como plana y poco expresiva de la hermosa Sinfonía escocesa de Mendelssohn. Primó la mancha sobre el trazo y se fue directamente hacia el final por el camino más corto. Y ésta es música cuya venganza ante la rutina suele ser feroz.