La extrema izquierda roza el 15% de los votos

Portugal debe de ser el único país de mayoría católica del mundo en que los trotskistas le pisan los talones en las urnas a los democristianos. Y no sólo esto: el último partido comunista ortodoxo de la Europa occidental les supera a ambos y es la tercera fuerza política.

En las elecciones del pasado domingo no sólo crecieron los socialistas. Simultáneamente lo hizo también la izquierda radical, un fenómeno sin parangón en Europa.

Los comunistas ortodoxos, impulsores de la coalición CDU, lograron el 7,57% y 14 diputados. El Bloque de Izquierdas (BI), animada por los trotskistas, el 6,38% y ocho diputados. Juntos sumaron el 14% y convertirán la Asamblea de la República portuguesa en uno de los parlamentos europeos con más representación de la izquierda radical: 22 diputados de 230.

El fenómeno es resultado, esencialmente, del crecimiento del BI, que bajo el liderazgo de Francisco Louçã pasó de tres a ocho escaños. Se trata de una coalición de partidos de la extrema izquierda tradicional, pero también defensora de causas como la liberalización del aborto, la despenalización de algunas drogas y la legalización de las bodas homosexuales. Su electorado es, coinciden los analistas, una izquierda caviar: joven, urbano, con buen nivel de formación y de clase media-alta.

Para el politólogo Pedro Magalhães, su éxito se debe a que "asocia su imagen pública a la defensa de causas progresistas, a su vertiente más moderada". "El lado más radical, trotskista, no forma parte de su mensaje mediático. El voto al BI acaba por ser una protesta contra el sistema tradicional de partidos", añade.

El Partido Comunista, que languidecía tras una década de retrocesos, ha encontrado nuevo brío con Jerónimo de Sousa, el líder elegido el pasado noviembre. "Tiene una imagen muy simpática y ha dejado entrever cierta renovación", opina Magalhães del ex operario de 57 años.