Luxemburgo ya está bajo sospecha
Hay dos vías de análisis en las decisiones que ha tomado Vanderlei Luxemburgo en un semana que le puede resultar crítica. Siete victorias sucesivas le sirvieron para elevar el optimismo en un club que atravesaba una depresión profunda. A Luxemburgo se le regalaron los oídos y consideró que estaba en condiciones de actuar con la autonomía de quien se siente fuerte, sin entender que cualquier entrenador del Madrid nunca será suficientemente fuerte en el modelo trazado por Florentino Pérez. Ese error de apreciación le llevó a tomar una decisión que probablemente le pasará factura. No alineó a Ronaldo, Raúl y Zidane frente al Athletic. El Madrid perdió y en el palco presidencial abundaron las críticas al entrenador. El crédito de las siete victorias le ha durado muy poco a Luxemburgo. En un club donde los entrenadores han sido vistos con más desconfianza que otra cosa, Vanderlei Luxemburgo ya es reo de incompetencia.
Lo curioso del asunto es que las acusaciones a Luxemburgo proceden de gente que nunca pierde. Es la gente que ha clamado por la renovación de Solari, o quien se la ha concedido; es la gente que fichó a Owen, lo consideró una figura de talla mundial y exigía a su titularidad a la luz de los goles que marcaba en sus escasos ratos en el campo; es la gente, también numerosa en el club, que pedía el relevo de Raúl y el descanso de Zidane; es la gente que accedió a la contratación de Gravesen, convertido repentinamente en el armador del equipo; es la gente que ahora se queja del desafuero de Ronaldo, que decidió casarse, o lo que fuera, en mitad de la temporada, con un tumulto de invitados, entre los que se encontraban el presidente Florentino Pérez y el entrenador Luxemburgo. A todos ellos, seguro que sin proponérselo, complació el entrenador del Madrid. Jugaron Owen, Solari y Gravesen -cuya capacidad para dirigir el equipo es insignificante- y no salieron Raúl, Zidane y Ronaldo. El partido demostró algunas cosas: 1) un discreto Athletic superó y mereció la victoria frente a un pésimo Madrid. 2) las figuras del Madrid pueden estar en el declive de sus carreras, pero no tienen competencia en sus puestos: Raúl, Zidane y Roberto Carlos son indiscutibles, lo que en algún caso también se puede interpretar como una mala noticia para el Madrid. 3) Ronaldo es más indiscutible que nadie, y su poder rebasa al de cualquier entrenador,4) quienes pedían cambios, quienes pretenden colar a Owen como estrella, quienes han renovado a Solari por cuatro años, quienes han celebrado la llegada de Gravesen, no pueden culpabilizar al entrenador por una decisión que ellos reclamaban o amparaban en los días previos al encuentro.
Puede que Luxemburgo se equivocara alineando a Owen sin otro delantero específico a su lado, concesión que evitó el desplome de la deficiente defensa del Athletic. Puede que Gravesen sólo sea un eficaz ayudante del medio centro, y no el medio centro que pretenden. Seguro que Figo mereció jugar todo el partido y que Beckham no lo mereció. Casi todo lo que ocurrió está sujeto a la discusión futbolística, sobre todo por parte de aquellos que sospechaban de los defectos estructurales de un equipo que ganaba mucho y jugaba mal o regular. Pero incluso en ese debate, Luxemburgo tendrá algunas posiciones defendibles: necesitaba a Zidane con el máximo de energía para el encuentro con la Juve, pretendía aprovechar el expansivo momento de Solari, quería creer en el olfato goleador de Owen y explorar las condiciones de Guti en la media punta. El caso es que Luxemburgo se ha quedado solo, sin los corifeos que encontró durante la saga de victorias.
En contra de lo que sostienen los críticos a Luxemburgo, críticos situados en el poder y sus aledaños, el problema del entrenador reside menos en la confección más o menos afortunada de una alineación que en ciertas actuaciones preocupantes, algunas de las cuales le dejan en un papel desairado ante la plantilla. Luxemburgo se presentó en la víspera del partido con una amplia batería de acusaciones: no se ha podido preparar el partido correctamente, no entiendo la fecha de la boda de Ronaldo, es inaceptable que cuatro jugadores acudieran al partido a favor de las víctimas del tsunami. No dijo que él mismo, acompañado por algún familiar, acudió a la ceremonia de Ronaldo, acto que ayudó a bendecir con su presencia y la del presidente. No dijo nada antes del encuentro del tsunami. No arregló en silencio los problemas que observó y que manifestó públicamente. Para eso están los entrenadores. Luxemburgo se buscó una coartada para un caso en el que había intervenido activamente como protagonista. Eso le resta credibilidad, lo mismo que su inesperada referencia a los seis meses de crisis del Madrid. No lo dijo cuando fichó, porque llegó gracias a aquella crisis. No lo dijo tampoco cuando ganó siete partidos consecutivos, porque se atribuyó la gloria correspondiente. Lo dijo cuando perdió y quiso evitarse algunas responsabilidades. No es la mejor manera de hacer frente a su compromiso con el equipo. Con el club, es diferente. Luxemburgo comienza a encontrarse ahora mismo en la posición de Del Bosque, Queiroz y García Remón. Es un entrenador bajo sospecha en el club. Es lo que toca a cualquier entrenador en el modelo actual del Madrid.
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