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Ibarretxe finiquita la legislatura del 'plan' con profundas diferencias con la oposición

Su mayoría parlamentaria ha dependido de Batasuna, de golpes de suerte o errores ajenos

La séptima legislatura del Parlamento vasco ha sido un periodo intenso, polémico y, sobre todo, marcado por las profundas e insalvables diferencias políticas entre el tripartito y los partidos de la oposición, especialmente con PP y PSE-EE. Todo ha girado en torno al plan Ibarretxe, y toda la actividad del Legislativo ha estado mediatizada por ese proyecto, que finalmente vio la luz en diciembre.

El Gobierno de Juan José Ibarretxe no ha sabido o no ha podido garantizarse la estabilidad en la Cámara, donde sólo ha contado con 36 escaños, frente a los 39 de PP, PSE y Sozialista Abertzaleak (Batasuna). Con esos 39 parlamentarios, la oposición ha tenido en sus manos el control del Parlamento. Pero sólo en teoría, porque en la práctica PP y PSE nunca han podido pactar nada con SA, debido a su negativa a desmarcarse de la violencia, aunque hayan coincidido en votaciones de rechazo.

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La mayoría ha estado en manos de Batasuna, lo que ha convertido al Parlamento en imprevisible y cada ley que ha enviado el Gobierno ha sido una suerte de moneda al aire, una especie de cara o cruz. En los momentos más trascendentales, como la aprobación de los presupuestos o del mismísimo plan Ibarretxe el tripartito se alió con la suerte o con inesperados golpes de teatro, como el protagonizado por el portavoz de SA, Arnaldo Otegi, cuando permitió la aprobación del proyecto del lehendakari dándole tres votos a favor (los que necesitaba) y otros tres en contra, dejando así constancia de quién ha manejado el resorte de la mayoría absoluta.

La séptima legislatura ha arrastrado inevitablemente los males que aquejaron a la anterior y la tensión vivida entonces (con dos mociones de censura incluidas) ha lastrado estos cuatro años. Con los pilares de confianza dinamitados por la incomunicación, el Gobierno de PNV, EA e IU que inició su andadura en julio de 2001, ha concluido de manera precipitada en respuesta a la negativa del Congreso a su proyecto soberanista.La tramitación del plan Ibarretxe ha estado acompañada del enconado pulso que mantuvieron el presidente del Parlamento, Juan María Atutxa, y el tripartito, con el Poder Judicial por la negativa a disolver el grupo de la ilegalizada Batasuna. Primero fue un auto del juez Baltasar Garzón decretando la suspensión, después la aprobación de la Ley de Partidos y finalmente la sentencia del Tribunal Supremo. Todas ellas en la misma dirección: Batasuna es ilegal y su grupo debía ser disuelto.

La negativa de Atutxa a cumplir la sentencia enrareció aún más la vida parlamentaria y agudizó la política de bloques instaurada en la anterior legislatura: el tripartito por un lado, PP y PSE por el otro, y Batasuna manejando a su antojo el botón que permite sacar adelante las leyes y los proyectos. Aunque el lehendakari advirtió al comienzo de su mandato de la imposibilidad de alcanzar acuerdos políticos con Batasuna mientras ésta no condene la violencia, en la tramitación de algunas leyes Sozialista Abertzaleak ha alardeado de la negociación sin tapujos.

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Este es el caso de la Ley de Universidades, que salió adelante al segundo intento gracias a la abstención de SA y tras una rocambolesca tramitación, y de la Ley del Menor. En ambos casos, el tripartito siempre ha negado la existencia de cualquier pacto, pero los radicales desvelaron negociaciones con el Gobierno.

Votaciones

A pesar de todos estos avatares, el Parlamento ha encontrado tiempo para aprobar algunas leyes. El Gobierno ha logrado sacar adelante 16 de los 36 proyectos que integraron su calendario legislativo, pero entre ellos no va a figurar previsiblemente la considerada por todos como la estrella de la legislatura: la Ley de Suelo. Esta norma es el mejor ejemplo de que todo es posible en el Parlamento vasco. Mañana se repetirá la votación para saber si se aprueba o no, después de que el viernes se registrara un empate a 37. El apoyo de UA al tripartito permitió la igualada, que, de repetirse, hará decaer el proyecto. Tampoco verán la luz la ley del Agua ni la Municipal, anhelada por los ayuntamientos desde hace varias legislaturas.

La ruleta rusa se ha hecho evidente en los momentos cumbre, cuando algunas leyes han sido aprobadas de forma "milagrosa" ante la ausencia de parlamentarios de la oposición (Ley de Presupuestos de 2003, que acabó con dos años de prórrogas, y Ley de Cajas de Ahorro).

El trabajo de Atutxa también ha dado oxígeno al Ejecutivo, al ordenar la votación de las enmiendas a los presupuestos por separado (para impedir su devolución) o aprovechar "un fallo humano", según dijo, para sacar las cuentas de 2005. El fracaso también esta vez en el intento de consensuar una posición sobre las víctimas y la reivindicación de su memoria es otro debe de la legislatura que se va.

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