La avaricia mola
Muchas noches el último anuncio que impacta sobre los televidentes, antes del gong que introduce el telediario de las ocho en la primera cadena de la televisión pública alemana (ARD), es un auténtico berrido: ¡¡¡Geiz ist geiiil!!! El sustantivo Geiz es en español la avaricia, uno de los siete pecados capitales. Traducir el adjetivo geil resulta más complicado. El diccionario ofrece varias acepciones: "guay, genial, de puta madre". Una traducción fiel del eslogan publicitario sería La avaricia mola. A la mañana siguiente este corresponsal se encuentra encima del felpudo de la puerta de su casa el periódico Berliner Zeitung, depositado por un repartidor indio en horas de madrugada. Al menos una vez por semana dentro del periódico viene un encarte de varias páginas encabezado con ese eslogan y con las ofertas de toda clase de aparatos. La avaricia mola se ha convertido en lema de vida para muchos alemanes.
La empresa de publicidad de Hamburgo que inventó el eslogan se ha apuntado un gran triunfo porque está en boca de todos. Diputados lo citan en discursos ante el pleno del Parlamento federal (Bundestag). Aparece en sesudos editoriales de la prensa escrita. Pequeños comercios lo pegan a la puerta para invitar a comprar. El éxito de la frase se debe a que ha dado en el clavo con la crisis, o psicosis de crisis, que recorre Alemania. La otrora locomotora económica de Europa se ha parado y no acaba de arrancar. Peor aún: Alemania marcha en el furgón de cola del crecimiento económico y se ha convertido en una rémora para la economía europea.
Con más de cinco millones de parados, una cifra que se acerca a la de los días de la República de Weimar anteriores a la llegada del nazismo, a los alemanes les ha entrado el pánico. Primero, el miedo a perder el puesto de trabajo y quedarse en el paro. A esto se añaden los recortes a las prestaciones sociales, los tajos que le ha pegado a la hasta ahora tupida red de seguridad social el Gobierno de centro-izquierda, la coalición entre los socialdemócratas del SPD y Los Verdes. Flota en el ambiente el fantasma del desempleo, acompañado con recortes que colocan a los parados de más de un año junto con los perceptores de la asistencia social por indigencia. Todo esto va unido a la posibilidad de tener que aceptar un trabajo por debajo de la calificación profesional o de los salarios pactados en los convenios colectivos. Los trabajos de tipo social de un euro por hora no son ciencia-ficción y en muchos casos se han convertido en realidad palpable.
La reacción del alemán de a pie ha sido ahorrar y no gastar un euro de más, en previsión de lo que pueda ocurrir. "Los hogares alemanes ahorran como nunca desde la reunificación", en el año 1990, constata el Instituto de la Economía Alemana de Colonia. Los motivos: "la mala situación del mercado laboral y la inseguridad sobre la evolución de la economía. Ante ello, los alemanes aparcan su nuevo patrimonio en la libreta de ahorros". La estadística pone de manifiesto que el año pasado los hogares alemanes ahorraron 155.000 millones de euros, el 11% de los ingresos.
Esta furia ahorradora tiene consecuencias negativas para la marcha de la economía. La demanda interna se ha venido abajo. Sólo las exportaciones contribuyen al exiguo crecimiento del producto interior bruto (PIB) alemán. En Berlín la crisis se palpa. La oficina de EL PAÍS en la capital alemana se encuentra en la llamada Casa de la Prensa con los despachos de varias docenas de corresponsalías de periódicos alemanes y extranjeros. En un pequeño restaurante se puede almorzar por una módica suma en torno a los 10 euros. Desde la llegada del corresponsal a Berlín, hace poco menos de dos años, ya han desfilado tres concesionarios por el establecimiento tras sucesivas quiebras. La mayor parte de los días el restaurante está casi vacío. Todo indica que también los periodistas se han convertido en fieles seguidores del eslogan La avaricia mola.
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