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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

Los chicos del barrio toman el Bernabéu

El Athletic destroza la escalada del Madrid, que vuelve a ofrecer su versión más plana

Santiago Segurola

El Madrid fracasó con los actores de reparto y tiró de las estrellas para arreglar un partido que se le escapaba a chorros. Y se le escapó. Jugó tan mal que permitió sostenerse al Athletic, que no tiene actores de reparto ni galácticos. Se supone que cuenta con algunos buenos futbolistas, pero pasaron inadvertidos. De sus defensas mejor no hablar. Todas las ocasiones del Madrid, que fueron pocas, vinieron de errores inauditos suyos. Su ingenuidad y falta de recursos estuvo a punto de estropear la victoria, merecida a pesar de los defectos de un equipo sin cocer. En el Athletic se adivinan cosas interesantes, pero aún está a un par de años de la madurez. En el Madrid no se adivina un gran futuro. En el mejor de los casos, le quedan retazos de sus grandes jugadores, ninguno de los cuales va a regresar a su cénit.

REAL MADRID 0 - ATHLETIC 2

Real Madrid: Casillas; Salgado, Iván Helguera, Samuel, Raúl Bravo (Raúl, m. 67); Beckham, Gravesen, Solari; Figo (Zidane, m. 67), Guti; y Owen (Ronaldo, m. 67).

Athletic: Aranzubia; Murillo, Gurpegui, Luis Prieto, Del Horno; Iraola (Solabarrieta, m. 81), Tiko (Lacruz, m. 71), Orbaiz, Yeste (Casas, m. 87); Etxeberria y Ezquerro.

Goles: 0-1. M. 57. Centro de Orbaiz desde la derecha que cabecea Del Horno aprovechando el pasillo entre Helguera y Salgado. 0-2. M. 73. Pase al centro del área de Ezquerro que controla Iraola y bate a Casillas con un tiro colocado.

Árbitro: Moreno Delgado. Amonestó a Orbaiz, Guti, Helguera, Samuel y Zidane.

Unos 70.000 espectadores en el Santiago Bernabéu.

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Descansos galácticos

El encuentro tenía el aroma de un clásico. El creciente Athletic visitaba el Bernabéu, con todo lo que eso significa en la Liga. Dos viejos rivales volvían a encontrarse en un momento decisivo. El Madrid había encadenado siete victorias, la típica racha que maquilla cualquier defecto. El optimismo se había instalado en un equipo que, bien mirado, daba material para la sospecha. Salió ganador de milagro en el Manzanares y en El Sadar, cometió gravísimos errores defensivos frente al Espanyol y aprovechó seis minutos imposibles frente a la Real Sociedad. Frente al Athletic regresó a su versión más plana. Se desplegó con algo de energía en los primeros minutos y nada más. El resto fue un desastre.

Para gente como Owen, el partido marcará su carrera en el Madrid. Larga o corta, le toca el papel perpetuo de suplente. De ninguna manera puede retirar a Ronaldo o Raúl de la alineación. Es un delantero vulgar, con buen ojo en el área y nada más. En realidad, ha tenido suerte: su efecto goleador ha sido importante en varios partidos. Suele suceder con algunos futbolistas. No están llamados para la gloria. Lo suyo consiste en aprovechar los minutos que les ceden las estrellas. No hubo un remate de Owen y muy pocos de los demás. El equipo tuvo poco filo. Guti funcionó mal en su posición de media punta, desplazado del papel de distribuidor, que ahora corresponde a Gravesen. El fragoroso estilo de Gravesen fue muy bien recibido por la hinchada, pero con más ruido que sustancia.

El Athletic sufrió en el arranque. No dio tres pases seguidos durante mucho tiempo y los defensas convertían cualquier jugadita en un problemón. Pero el Athletic salió vivo del arreón madridista y ganó el partido. Así, sin más, con una facilidad que no estuvo relacionada con un juego portentoso. Remató más, alcanzó el área en numerosas ocasiones y avisó que tenía madera de ganador. Todo comenzó con un remate sensacional de Tiko, desde el costado izquierdo, casi en el centro del campo. Fue un tiro plano y violento que golpeó el larguero, botó dentro de la portería y terminó con la pelota escupida hacia el área. Un golazo que el árbitro pasó por alto. Lejos de aniquilar al Athletic, la jugada tuvo un efecto saludable sobre él. No es que jugara bien, sino que se sintió en condiciones de vencer. Desde ese instante, el Madrid perdió la pelota, no tuvo oportunidades y quedó expuesto a las llegadas del Athletic. No fueron frecuentes, pero tenían un aire temible.

El segundo tiempo acentuó los mejores rasgos del Athletic y mantuvo las peores señales del Madrid. Una decisión de Valverde cobró importancia. Yeste, que había decepcionado en el primer tiempo, se colocó en la media punta y Etxeberria se trasladó al costado izquierdo. Ganó Yeste. Etxeberria fracasó en los dos puestos. El Athletic ha encontrado en Yeste un jugador fundamental. En un equipo que ha creado un peculiar sistema de producción de futbolistas, lo normal es el abnegado, laborioso, correcto. Es casi un movimiento de autodefensa ante el acecho del mercado. Pero Yeste es otra cosa. Se trata de un futbolista singular que puede hacer perfectamente lo correcto y lo excepcional. No es el más continuo de los jugadores, pero sí uno de los pocos diferentes que habitan en el fútbol español. Con toda su peculiaridad, es el último en la línea de sucesión de otros como él: Panizo, Rojo o Sarabia. Es curioso cómo el Athletic produce algunos de los jugadores más singulares en un entorno imprevisto. Yeste mejoró mucho en el segundo tiempo. A su alrededor el equipo se sintió más confiado. Más o menos, cada uno hizo lo que mejor sabe. Del Horno cabeceó de forma implacable un centro de Orbaiz. Y en eso Del Horno no admite rival. En el segundo palo es tremendo. Iraola estuvo un poco espeso, pero dejó dos detalles notables. Una fantástica acción ante Samuel y Bravo que cerró con una venenosa vaselina y el gol. Apareció por detrás de la defensa, mal vigilado por Solari, y batió a Casillas. El Madrid jugaba entonces con toda la caballería: Ronaldo, Raúl, Zidane... También estaba Figo, que perdió una clara ocasión ante Aranzubia. El Athletic perdió dos en la jugada siguiente. El partido estaba decidido. Sin grandes alardes, el Athletic, el equipo integrado por los chicos del barrio, se impuso al Madrid lujoso y cosmopolita. El fútbol, en fin.

Beckham, cabizbajo con el balón.
Beckham, cabizbajo con el balón.RICARDO GUTIÉRREZ

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