La hora de las grullas
CASCOS PARA RITOS de iniciación masculina. Petos que cubren y representan el cuerpo de la mujer embarazada. Son los dos tipos de máscara que utiliza la tribu de los makonde de Tanzania (para ellos, los petos también son máscaras), y que se exponen en la Casa de África en Madrid a partir del 24 de febrero. Los makonde son expertos en las tallas de ébano que popularizaron las vanguardias del siglo pasado en Europa y en las máscaras para ceremonias. Las 40 piezas que se exhiben en Madrid, procedentes de una colección particular y todas ellas usadas, son, en su mayoría, cascos que sirven para representar o caricaturizar un personaje en una danza, incluidos los occidentales que llegaban a las aldeas en el siglo XIX. Se tallan en un lugar secreto -al que no acceden mujeres ni niños- y en una sola pieza de madera muy ligera llamada kapok. Sin embargo, es durante la danza donde cobran su significado ritual: nobles, comerciantes chinos, la primera mujer makonde, que remite a los orígenes míticos, o animales, aparecen en estas auténticas narraciones gestuales donde la música de los tambores marca el ritmo, el sentido del baile y los momentos álgidos. Las máscaras tienen una abertura en la boca a la altura de los ojos del danzante, y en la exposición se pueden ver algunas con pelo humano o, en el caso de las que representan a la mujer, con un disco labial.
La cita es con las grullas. Como cada invierno, se encuentran en el parque nacional de las Tablas de Daimiel, en Ciudad Real, junto con cormoranes y garzas reales, entre otras especies que permanecerán en estos parajes hasta la llegada de la primavera. Para los que acudan a su encuentro, el parque organiza excursiones fuera de los itinerarios habituales con todo el instrumental adecuado para sacarle el mayor partido a la visita: prismáticos, telescopio terrestre y una guía de aves que un monitor va explicando para introducir a los excursionistas en la flora y fauna. El recorrido se estructura en dos etapas: un paseo a pie de unas dos horas y un trayecto en 4×4 para acercarse a los dormideros de grullas.
Para aquellos que prefieran hacer el recorrido por su cuenta se recomienda la última hora de la tarde, cuando las zancudas regresan a dormir a los humedales, después de un largo día de deambular por los alrededores alimentándose de bellotas y semillas. En este caso la visita es gratuita, sólo hay que seguir uno de los senderos marcados: Isla del Pan, que es el más conocido, Laguna Permanente o Prado Ancho. Bien sea desde las típicas pasarelas de madera sobre las charcas o en tierra firme, según el itinerario, se pueden ver, además de las grullas, muchas de las 250 especies que pueblan el humedal. Algunas llegan aquí huyendo del invierno del centro y norte de Europa, como el pato cuchara, la cerceta común o la garza real; otras lo usan como lugar de descanso y nidificación en sus largos viajes migratorios, como el fumeral común y los combatientes. Pero también abundan las especies sedentarias que pueden verse durante todo el año, tal es el caso de la gran variedad de anátidas. Otra opción es visitar la laguna de aclimatación, un espacio cerrado en el que viven en cautividad una pequeña representación de las especies que habitan el lugar.
Un complemento ideal a los paisajes del parque es la visita a la vecina Almagro, para entrar en el Corral de Comedias, pasear por su plaza Mayor o conocer las colecciones del Museo Nacional de Teatro, ubicado en el antiguo palacio de los maestres de Calatrava.
Información y reservas: 926 69 31 18 y 606 40 12 78; y www.lastablasdedaimiel.com.
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