Siria

En las próximas vacaciones de Semana Santa me voy a Siria con unas amigas. Sólo serán nueve días para desconectar del trabajo y renovar energías. Estoy deseando volver. El año pasado fui por vez primera; tuvimos la suerte de ser acompañadas por un amigo de allí que nos ayudó a organizar nuestro recorrido, el cual incluía las casas de la más que hospitalaria gente siria.

Su acogida y vitalidad es tal que te avergüenzas de la idea occidental preconcebida que traes en la maleta. La mayoría de adolescentes llevan vaqueros ajustados, fuman y beben en lugares públicos, van a la universidad y conversan contigo con curiosidad por saber cómo vivimos en Europa, qué música nos gusta o cuánto trabajamos al día. Este año vuelvo para saludar a la gente, probar de nuevo esa comida tan parecida a la nuestra y darme un baño tradicional.

Lo que más va a costarme será preguntarles qué opinan de su inminente entrada en el punto de mira de los halcones estadounidenses. Es vergonzoso leer las noticias de estos días referentes al lamentable atentado en Beirut, más vergonzoso aún es leer en días anteriores cómo la prensa internacional define claramente las razones políticas de un posible ataque a Siria, siguiente país elegido para democratizar.