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Columna
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'Rabanus horribilis'

Se han publicado las condiciones que impone la reina de Inglaterra a Carlos para el banquete de su boda. Son éstas: Su Majestad no quiere que el príncipe duerma con su todavía amante la noche anterior. Quiere que la mesa para la comida sea larga, tal y como manda el protocolo británico. Quiere intervenir en la elección de los invitados. Y no quiere que el príncipe escoja un menú elaborado con verduras orgánicas de su granja de Highgrove.

Todas las condiciones, excepto una, me parecen razonables. Es normal que la reina no quiera que los futuros esposos duerman juntos la noche antes. También es normal que Su Majestad quiera intervenir en la elaboración de la lista de invitados, más que nada, supongo, para evitar que venga Elton Jonhn (Elton John borracho cantando Candle in the wind es algo que querrá ahorrarse). De igual modo, me parece de lo más lógico que quiera la mesa rectangular, si el protocolo lo manda. Pero lo que me choca es lo de las verduras.

Pasemos por alto que todas las verduras, por definición, son orgánicas. No puede haber verduras inorgánicas, del mismo modo que no puede haber ginebra inorgánica, por citar uno de los destilados preferidos de la reina. Consideremos que la reina se refiere a unas verduras que han sido cultivadas sin pesticidas y con abonos procedentes de intestinos vacunos. Y pasemos por alto, también, que me parece que la tradición inglesa obliga a no servir comida elaborada por los novios en una boda. En este caso, la reina habría especificado que no quiere las verduras del príncipe por cuestiones de tradición. Pero lo que ella no quiere son las "verduras orgánicas" de su granja de Highgrove. ¿Por qué?

Podría ser por el sabor. Algunos urbanitas se han acostumbrado al gusto insípido de las verduras maduradas en cámaras y, ahora, su gusto primigenio les resulta extraño o desagradable. Aunque también podría ser por el aspecto. Su Majestad, siempre amante de la belleza, tal vez odia las verduras procedentes de cultivo biológico por su apariencia poco reluciente. Claro que también podríamos encontrar la causa del rechazo en la literatura. Puede que a la reina no le guste Salinger, que era macrobiótico, y, puestos a confundir lo biológico con lo orgánico y lo orgánico con lo vegetariano, a ella todo le suena igual de hippy. ¿Y por ahorro? Todos sabemos que este tipo de verdura es más cara. Con el gasto que se le viene encima por culpa de la boda, a lo mejor no quiere añadir más gravamen al erario público. Pero, la verdad, no creo que venga de aquí. Si Camila va a costarle al contribuyente 1,5 millones de euros anuales en concepto de seguridad, las verduras biológicas son, si se me permite la gracia, "el chocolate del lord". Por tanto sólo queda una hipótesis. La reina de Inglaterra no quiere que las verduras biológicas se sirvan en el banquete porque le caen mal los biológicos que las cultivan. Entre ellos, su hijo. Como tantas personas acomodadas, cree que los cultivadores de esta verdura son unos pamplinas que se pasan el día rompiendo cristales de los McDonalds y fumando verduras también procedentes de cultivo biológico. Debe pensar que sus amigos de la realeza no verán con buenos ojos una verdura tan liberal. Y tiene razón. Un invitado al castillo de los Windsor es alguien conservador que lo mínimo que espera de las verduras de su plato es que hayan sido cultivadas con los pesticidas de toda la vida.

moliner.empar@gmail.com

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