La provocación
La provocadora rueda de prensa convocada el pasado domingo por Arnaldo Otegi y otros dirigentes de la ilegalizada Batasuna para anunciar su voluntad de encabezar las candidaturas a las elecciones autonómicas del 17 de abril debería poner fin a las recelosas especulaciones sobre la existencia de conversaciones secretas a tres bandas entre el Gobierno de Zapatero, el Ejecutivo de Ibarretxe y el brazo político de ETA encaminadas a facilitar su participación en los comicios vascos de forma enmascarada. Esa maniobra embozada, que hubiese requerido el blanqueo de unas listas fraudulentas fabricadas ad hoc con candidatos sin antecedentes penales, policiales o políticos de conexión con el nacionalismo radical, había fracasado ya en las municipales de 2003 y las europeas de 2004 gracias a la intervención de la Fiscalía y la decisión del Supremo.
Porque la disolución judicial de Batasuna -dictada por el Supremo en marzo de 2003 al amparo de la Ley de Partidos de 2002- le impide concurrir a las urnas no sólo a cara descubierta sino también en fraude de ley por el intermedio de partidos registrados o de nueva creación y de asociaciones de electores. No es seguro, sin embargo, que la renuncia por adelantado de Otegi a repetir la torticera maniobra naufragada en dos convocatorias anteriores obedezca tan sólo al descuento anticipatorio de un nuevo fracaso prefigurado por los precedentes ya establecidos. También es un pulso al Gobierno de Vitoria; la conminatoria exigencia dirigida por Otegi al lehendakari para forzar un aplazamiento de los comicios hasta junio es una denuncia del doble juego de Ibarretxe, que pide con la boca chica la legalización de Batasuna y desea en secreto el mantenimiento de la prohibición para garantizarse de esta forma la mayoría absoluta. Por su parte, el PP mantiene sus desconfianzas y teme que todo sea una treta de Batasuna para presentar a última hora unas listas blanqueadas.
A la espera de la incierta reacción de Batasuna una vez sean convocadas oficialmente las elecciones para el 17 de abril y se produzcan también la impugnación por la Fiscalía y el rechazo por el Supremo de las anunciadas candidaturas a cara descubierta encabezadas en Vizcaya, Guipúzcoa y Álava por tres diputados de Sozialista Abertzaleak en el actual Parlamento de Vitoria, las principales interrogantes abiertas por la segura ausencia de las listas -blanqueadas o no- del nacionalismo radical en los comicios autonómicos versan sobre el eventual comportamiento electoral de los ciudadanos que votaron regularmente sus candidaturas desde 1980 hasta el momento de su ilegalización. Tomando como punto de referencia sólo las convocatorias autonómicas, el brazo político de ETA llegó a reunir 223.000 sufragios (el 17,7% de los votos emitidos) en 1998; el último registro oficial de 2001 descendió, en cambio, hasta 143.000 papeletas (el 10,1%) como consecuencia del desplazamiento de los apoyos hacia las listas del PNV-EA. Durante la travesía del desierto provocada por su ilegalización, el nacionalismo radical ha seguido dejando su marca territorial en el cuerpo electoral a través del voto nulo solicitado a sus seguidores y simpatizantes: 126.000 votos en las municipales de 2003 (10,04%) y 104.000 en las generales de 2004 (7,69%).
¿Qué ocurrirá con esa reserva potencial de votos si -como parece altísimamente probable- Batasuna no consigue concurrir a las elecciones autonómicas ni directamente ni a través de listas blanqueadas? ¿Cuáles serán en tal caso las instrucciones impartidas por ETA y el grado de obediencia de sus seguidores a esas consignas? Las disyuntivas que se le presentan al nacionalismo radical ante el 17 de abril ofrecen ciertas analogías con los dilemas afrontados el 30 de diciembre pasado en el Parlamento de Vitoria por los diputados de Sozialista Abertzaleak al distribuir salomónicamente sus votos en relación con el plan Ibarretxe. Si ETA quisiera que el actual Gobierno tripartito presidido por Ibarretxe tuviese mayoría absoluta en el próximo Parlamento, daría la consigna de libertad de voto acompañada de guiños y gestos suficientes para sesgar su decisión en tal sentido; pero si pretendiese -como parece lógico- luchar por la hegemonía dentro del nacionalismo, debería realizar una militante campaña a favor del voto nulo que pondría en riesgo la victoria de Ibarretxe.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.