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Reportaje:LA CRISIS DEL CARMEL

Un colegio de prestado

Los profesores de las escuelas desalojadas traducen la crisis del barrio en experiencia pedagógica

Mar Padilla

En pleno mes de febrero, en las ventanas de la escuela del Carmel aún permanecen los adornos de Navidad. El equipo de profesores iba a quitarlos y a sustituirlos por los trabajos manuales sobre el carnaval cuando la vida de todos cambió.

El socavón y la incertidumbre son la causa de que este colegio, ubicado en el corazón del barrio, permanezca cerrado y de que sus más de 270 alumnos hayan tenido que ser distribuidos por otros centros para continuar con sus clases. Los más pequeños están instalados en el centro cívico El Carmel y los mayores acuden cada día a la escuela Sant Antoni Maria Claret, en Nou Barris.

Ayer fue un día especial. Los docentes organizaron una visita de reencuentro en el colegio de este distrito vecino. Pacientemente, enseñaron a los más pequeñitos la escuela provisional de los mayores y después, en el gimnasio, los reunieron para hablar y cantar juntos. "Están contentos de verse otra vez, y también emocionados", explica Xesca Massó, la directora de la escuela El Carmel. Xesca no para: va de un centro a otro, organiza reuniones con los profesores en las dos nuevas ubicaciones y planifica a dos bandas. El maldito socavón trastocó por completo el tranquilo ritmo escolar, pero están satisfechos porque en poco tiempo han conseguido recuperar cierta normalidad gracias al esfuerzo del equipo y a la generosidad de quienes los acogen.

"No estás como en casa, pero aquí nos han acogido muy bien", subraya Toni Solé, jefe de estudios de El Carmel. Solé explica que durante la tarde del primer domingo tras el desastre los profesores improvisaron una escuela en un edificio en desuso del centro Sant Antoni Maria Claret, su hogar provisional. Al día siguiente, sus alumnos ya pudieron acudir a sus nuevas clases. Mesas, sillas, fotocopiadora, libros, fichas pedagógicas, paquetes de papel y tiza: todo los consiguieron los docentes para que la vida escolar prosiguiera su curso. En esos primeros días, explicaron a los niños lo ocurrido en su barrio. "Lo que hacemos es aprovechar lo que ha sucedido en el barrio como una experiencia educativa", explica Solé, quien agrega que una profesora le comentó que "sus alumnos se habían hecho mayores de golpe, más responsables y más tranquilos". Según el equipo de El Carmel, el desastre del socavón prácticamente no ha influido en el rendimiento de los alumnos, "aunque algunos, sobre todo los que están alojados en hoteles, van un poco más rezagados".

De vuelta al barrio afectado, un grupo de madres espera la llegada de los autocares procedentes de la escuela de Sant Antoni Maria Claret que, como cada día desde hace casi tres semanas, devuelven a sus retoños al Carmel. Con sólo 42 años, Belkys Álvarez ya es abuela; su nieta, Leticia, es una preciosa niña de tres años. "La verdad es que el desalojo de la escuela es muy pesado, porque nosotros vivimos al lado del colegio afectado y ahora la niña debe ir y venir en el autocar, y se cansa más", explica Belkys, que acoge a su nieta con un gran abrazo. Más arriba, en lo alto de la calle del Llobregós, la escuela Piaget es otro de los centros que acogen a parte de los alumnos de otra escuela afectada: la Santa Teresa. Brenda Talbot, estudiante de primero de ESO de la Piaget, explica que los nuevos compañeros "no molestan" y que es consciente de que deben ayudar y ceder parte de su espacio a los estudiantes del Santa Teresa "hasta que todo se arregle".

Guillermo Retuerto, director de la Piaget, señala que en la escuela "siempre se ha trabajado la educación en valores y la solidaridad", por lo que lo ocurrido en el barrio y el servicio de acogida de su escuela "es un baño de realidad". A la Piaget, una escuela con casi 30 años de vida, asisten muchos hijos de ex alumnos, "y está plenamente integrada en todos los acontecimientos que suceden en el barrio", subraya Retuerto, quien opina que lo importante es "ofrecer todo lo que tienes a los que lo necesitan". A la hora de la salida de este centro, docenas de familiares se agolpan en la puerta esperando a sus retoños: los autóctonos y los reubicados. Y hay tranquilidad y buen humor. "¿Quién es la última?", grita socarronamente un padre, mientras una pareja de adolescentes se miran de reojo y se sonríen.

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Sobre la firma

Mar Padilla
Periodista. Del barrio montañoso del Guinardó, de Barcelona. Estudios de Historia y Antropología. Muchos años trabajando en Médicos Sin Fronteras. Antes tuvo dos bandas de punk-rock y también fue dj. Autora del libro de no ficción 'Asalto al Banco Central’ (Libros del KO, 2023).

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