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El síndrome de Pinocho

Odio recordarlo, pero el hada le dijo a Pinocho que si se portaba mal le crecería la nariz. Ustedes pueden entender lo que quieran por "portarse mal", pero George Walker Bush dijo con mucho énfasis que en Irak había "armas de destrucción masiva" y sus monaguillos en España -Aznar o Ánsar, Rajoy o Rakhoy- lo repitieron con un embeleso digno de mejor causa. Tampoco el hada triunfó el 11-M en Madrid, cuando sugirió otra vez a Aznar que olvidara culpar a ETA, y que se limitase a las pruebas policiales, esos malditos hechos. Finalmente, qué duda cabe de que el presidente Camps, en Valencia, ha organizado una fabulosa campaña contra el sentido común a propósito de la lengua, desoyendo a su hada madrina. Envió al forense Font de Mora en vísperas de navidad a extender el certificado de defunción de la Acadèmia Valenciana de la Llengua y ambos tuvieron que esconderse enseguida para que nadie les viera el tamaño de la napia. El enemigo del mentiroso es el experto: los inspectores de la ONU, la policía, los académicos. Hay que tapar esas bocas.

Estos inocentes ejemplos no están, querido lector, tomados al azar, sino más bien al aznar. Esta afición de los conservadores globales en la hora presente por la estrategia de la falsedad, ¿obedece a algún plan preconcebido que desconozcamos? El uso de la mentira es una vieja estrategia de la propaganda política y de la publicidad pero nunca la facción conservadora había estado tan supeditada discursivamente al embuste puro y duro. Se han demostrado unos grandes lectores de Schopenhauer: precisamente Edicions 62 acaba de sacar a la calle el opúsculo L'art de tenir sempre raó, donde el filósofo ofrece irónicamente unas pautas perfectamente orientadas a hacer triunfar nuestros razonamientos, sean verdaderos o falsos. Un impagable libro de cabecera para según quien.

Bien es cierto que el rédito que se saca de la mentira política parece evidente: todos reconocen ahora que en Irak no había "armas de destrucción masiva", pero eso ya no tiene ninguna importancia. Otro día vendrán Acebes y Zaplana y nos contarán que es verdad que se les fue la mano al gestionar la información del 11-M, pero eso no alterará sus planes de jubilación. También Camps, qué duda cabe, reconocerá en su momento, cuando ya no sea tan honorable, que el valenciano es una variedad del catalán pero entonces, ¿quedará algún valencianohablante? Claro, Pinocho, qué importa que se alarguen las fosas nasales. La mentira es provechosa. La mentira es larga y la memoria corta -y las hadas son insoportablemente cursis-.

Me da en la nariz que todo esto tiene algo que ver con un antológico artículo que publicaba el otro día Martí Domínguez en la revista El Temps (Psalteri ornitològic o els sons de la vida). Según nos recuerda nuestro biólogo divulgativo, los pájaros hembra seleccionan a los machos por su canto, puesto que cuanto mejor canta un pájaro más grande es su cerebro y de mejor calidad se presume su sistema inmunológico. A lo que añade Martí: ¿y no será que "la prosodia infame de nuestros políticos" es sinónimo de una "decadencia genética"? "La platitude intelectual que invade la esfera pública -concluye-, ¿será consecuencia de un bagaje neuronal insignificante y de una falta de defensas inmunológicas?".

La hipótesis ya está lanzada. Pinocho no miente por placer, o para obtener un beneficio obvio. Es la mediocridad, señora hada. Bush, Aznar o Camps -cada uno en su esfera- se saltan las reglas de lo empíricamente verificable porque su cerebro no da para más. Pero entonces, ¿cómo es posible que la gente les vote? Aznar -su sucesor- perdió, bien es cierto, pero Bush y Camps gobiernan con mayoría absoluta. ¿Una mentira sancionada socialmente es una verdad? Estamos entrando en terrenos muy peliagudos. La mentira es la mentira y la verdad es la verdad, pero la política, a veces, necesita moverse en una zona gris. En esa zona, puede ser lícito -o prudencial, o terapéutico, o táctico- no decir toda la verdad, pero no se puede ni se debe decir mentiras. Una política basada sistemáticamente en la mentira está cavando su propia tumba.

Para que Pinocho se pueda convertir en un niño de carne y hueso Francisco Camps no puede proclamar urbi et orbe que el valenciano y el catalán son lenguas distintas. No lo son. No hay armas de destrucción masiva. ETA no tuvo nada que ver con el 11-M. Los hechos son tozudos, de acuerdo, pero es lo que hay. Sin embargo, "¿todas las opiniones son respetables?" Todas no (Fernando Savater dixit). Las opiniones infames, ridículas o simplemente mendaces no son "respetables". Merece respeto cualquier persona que opina, pero no lo que dice. Lo que dice debe estar sujeto a un criterio de verificación. ¿La mentira puede ser legal? Legal, reglamentada y de dominio público. Pero seguirá siendo una mentira, un palacio edificado en la arena.

¿Qué les pasa, en definitiva, a nuestros conservadores? Cayó el muro de Berlín, se desplomaron las estatuas de Lenin, la democracia capitalista campa por sus respetos. Y sin embargo la derecha está rígida, como ausente, sin programa, sin más visión del mundo que no sea un triste tebeo con ese reparto tan poco convincente de buenos y malos. Y tiene problemas con la verdad -es decir, con la realidad-.

Creo que Carlo Collodi escribió su cuento como una entrañable metáfora del proceso de crecimiento. Hay que hacerse adulto, hay que ajustar cuentas con la realidad, no hay que defraudar a las hadas. Señores conservadores, másters del universo y de todas las guerras, dejen de ser como niños. Aunque tengan éxito, los mismos que les encumbran hoy los depondrán mañana. Y Pinocho necesita carne y huesos.

Joan Garí es escritor.

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