"Ser corista es hoy en día un privilegio"
Al nuevo director del coro del Liceo, José Luis Basso, le encanta la palabra corista. En Italia, donde ha sido titular de los coros del San Carlo de Nápoles y el Maggio Musicale Fiorentino, ya no dejan usar esa palabra, y bien que lo lamenta este apasionado músico de origen italoargentino. "Ahora hay que llamarlos artistas del coro, pero no hay palabra más hermosa que corista. Antes tenía alguna connotación peyorativa, pero hoy en día ser corista es un privilegio", asegura Basso, que llega al Liceo dispuesto a conseguir que el coro "sea reconocido a escala internacional por su calidad y entrega".
Hay mucha pasión y una firme vocación en Basso, que el pasado mes de diciembre, con el montaje de Rigoletto, asumió la dirección titular del coro del Liceo sustituyendo en el cargo al estadounidense William Spaulding. Su relación con el Liceo viene de lejos: entró muy joven como director del coro del Teatro Argentino de la Plata, en 1989, después ocupó el mismo cargo en el mítico Colón de Buenos Aires y hasta 1994 colaboró en el coliseo barcelonés con Romano Gandolfi y el malogrado Vittorio Sicuri. "Gandolfi sigue en activo y es un espectáculo verle dirigir, con esa pasión y esa energía desbordante. El coro del Liceo vivió bajo su mando una etapa gloriosa que viví muy de cerca", recuerda Basso.
"Preparar el coro es un trabajo de laboratorio, requiere paciencia y psicología"
Mucho han cambiado las cosas en el mundo de la dirección coral. Antes era habitual ver en los teatros a músicos que querían hacer carrera como directores de orquesta y se conformaban con dirigir el coro. También era habitual encontrar a muchos cantantes en el coro que soñaban aún con hacer carrera solista. "Dirigir un coro es un trabajo apasionante, no una frustración. Es un trabajo vocacional y da una satisfacción inmensa. Preparar el coro es un trabajo de laboratorio, requiere paciencia y psicología, convivir años hasta conocer a fondo a las personas, saber pedirles las cosas y motivarlas en su trabajo".
Basso destaca la importancia que tiene el rendimiento escénico de un coro, que eleva el nivel de exigencia en la preparación de cada título. "Ha cambiado el trabajo de un corista de forma extraordinaria en las últimas décadas. Se le pide que cante, que sea actor y tenga un sentido teatral, que domine estilos e idiomas diversos, que cultive ópera y repertorio sinfónico-coral... ahora se exige mucho a un corista. Por eso es un trabajo que llena de orgullo".
Los aspectos técnicos no son lo más difícil en el trabajo de un director coral en el mundo de la ópera, asegura Basso al tiempo que se declara devoto admirador de la obra de Johan Sebastian Bach, a quien considera su músico de cabecera. "Cantar la Misa en si menor es un reto técnicamente mucho más difícil. En la ópera, normalmente el corista casi siempre sabe lo que tiene que hacer. Lo importante es sentirse motivado y saber motivar a la gente evitando cualquier asomo de rutina".
Basso desvela que la monumental misa bachiana es uno de los retos que afrontará en el Liceo en su actividad concertística. "El coro de un teatro de ópera debe abordar el repertorio sinfónico-coral para crecer artísticamente. Si sólo canta ópera, el coro de un teatro se estanca. Lo mismo pasa con la orquesta; por eso es tan importante combinar la ópera y los conciertos a lo largo de la temporada, objetivo que comparto plenamente con el director musical del Liceo, Sebastian Weigle".
En los ensayos Basso aplica una saludable combinación de disciplina y diversión. No aburre con simples indicaciones técnicas: va al corazón de la música a través de las palabras, del significado del texto que se debe cantar. "La clave en la ópera está en trabajar profundamente el texto, el significado de cada palabra; para buscar el color que requiere cada frase, hay que conocer a fondo el texto que se canta. Las óperas se cantan ya siempre en su idioma original, y salvo en algunos teatros ingleses y alemanes, las traducciones ya no se usan", señala.
Ver en acción a Basso es una fuente de estímulos: juega con las dinámicas, con los silencios, para dar relieve a una situación dramática. No cesa de buscar colores y matices para dar variedad a las intervenciones corales. "No hay obras de primer o segundo nivel, cada músico tiene su estilo y hay que saber hacerlo. La regularidad de un coro tiene que ver con el sistema de trabajo, con la planificación de los ensayos y el ritmo de trabajo, pero no con la dificultad de una obra. Una ópera puede ser mala, pero eso no significa que sea fácil cantarla".
Para un profesional del mundo coral que ha trabajado con directores de orquesta del prestigio de Zubin Mehta, Claudio Abbado, Riccardo Muti, Georges Prêtre y el desaparecido Giuseppe Sinopoli, la mayor frustración es ver a un director rutinario que llega al teatro sin ganas de aprovechar los matices logrados por el coro tras duros y meticulosos ensayos. "No sólo me enfado yo. El coro se enoja y mucho cuando llega un director de orquesta invitado que no sabe aprovechar el trabajo realizado en los ensayos. Es uno de los peligros de la rutina que a veces se vive en el mundo de la ópera".
Evitar el estancamiento es una cuestión vital para Basso. "Dirigir un coro es un trabajo muy amplio, a largo plazo. En Florencia he estado casi una década colaborando con los directores de orquesta más famosos del mundo, y el dinero no es una motivación, al menos en mi caso. Si he aceptado ser director del coro del Liceo es porque he encontrado gente con ganas de superarse, con una gran motivación, y eso es fundamental. Si trabajas con entusiasmo, no te cuesta el más mínimo esfuerzo, al contrario, es algo apasionante".
El titular del coro liceísta considera que la plantilla actual, de 78 cantantes, es suficiente para abordar los más variados repertorios. "Hay obras que exigen reforzar la plantilla, y para eso tenemos un acuerdo de colaboración con formaciones como el Coro de Cámara del Palau de la Música. En Parsifal, por ejemplo, hemos llegado a 110 voces. Estoy muy satisfecho del resultado de Parsifal".
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