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Israel permite volver a los palestinos deportados de la basílica de Belén

"Voy a regresar para casarme", dice uno de los exilados en España

La Intifada está a punto de acabar para los Abayat. Israel ha decidido perdonar a cinco miembros de esta familia palestina que junto con otros ocho activistas de Belén fueron deportados por la fuerza a varios países europeos en abril de 2002, al finalizar el asedio de 39 días a la basílica de la Natividad. Los israelíes anunciaron ayer que permitirán también regresar a casa a otros 43 militantes radicales confinados en la franja de Gaza y que devolverán a sus parientes los cuerpos de varios suicidas palestinos que están enterrados en cementerios secretos.

Parece haber quedado muy lejos el tiempo en que Ibrahim militaba en las milicias del Tanzim, por lo que se vio obligado a refugiarse en la basílica de la Natividad durante la Navidad de 2001, para salvarse del avance de las tropas israelíes y donde permaneció encerrado durante casi un mes y medio junto con otras 250 personas, hasta que partió hacia un exilio forzado. Para Ibrahim la segunda Intifada está también llegando a su fin.

"Sólo queremos que se haga de una vez por todas la paz y que mi hijo regrese pronto a casa", afirma Fátima, madre de Ibrahim, de 65 años, viuda y cabeza de una de las 10 familias en que se divide el clan de los Abayat, una de las más importantes tribus beduinas palestinas, enraizada desde hace 1.500 años en el sur de Cisjordania, en el área de Belén. Su estirpe ha sufrido como ninguna otra los embates provocados por cuatro años de Intifada. El balance para ellos es estremecedor: más de una docena de muertos, medio centenar de detenidos y cinco deportados, dos de ellos a España, y los otros repartidos entre Bélgica, Italia e Irlanda. Todo eso sin tener en cuenta que varias de sus casas han sido totalmente destruidas.

Fátima se niega a hablar de lo sucedido hasta ahora, aunque todo el mundo en este extremo de la ciudad de Belén, a espaldas de la basílica de la Natividad, conoce de sobra cada uno de los episodios trágicos de su vida. Primero, la muerte de su hijo Husein el 9 de noviembre de 2000, que constituyó el primer "asesinato selectivo" de los israelíes en esta Intifada, al que siguió también la muerte por este mismo procedimiento de otro hijo, Taef, en cuya memoria se levanta un monumento cerca de su casa. Y, por último, la deportación de un tercer varón, Ibrahim, lo que dejó reducida su familia a un solo hombre, su primogénito Suleimán.

"Cuando vuelva haremos una gran fiesta. Habrá canciones y alegría, pero sobre todo una gran comida a la que invitaremos a todos los vecinos", asegura la anciana con los ojos puestos en la puerta, como si esperara en cualquier momento el regreso definitivo de su hijo Ibrahim. Pero el ausente está aún muy lejos. Vive en un suburbio de Zaragoza, donde fue trasladado después de que las autoridades españolas le obligaran a vivir durante algunos meses aislado en una casa de un guarda forestal en un pinar de Lubia, en la provincia de Soria.

La familia de los Abayat dice que está agradecida a España por la manera en que acogieron a su hijo Ibrahim y por cómo lo han tratado durante estos casi tres años de exilio forzoso, aunque prefieren pasar por alto el hecho de que las autoridades no le hayan dejado trabajar, le obliguen a presentarse cada semana en la comisaría de policía y le hayan sometido a todo tipo de agravios, como si se tratara de un sentenciado por un tribunal. Pero nada de eso parece tampoco molestar a Ibrahim, cuya voz entrecortada y en un perfecto castellano llega desde el otro lado del teléfono.

"¿Qué he hecho durante este tiempo? Muy pocas cosas, aprender el castellano", explica con un tono irónico Ibrahim, al tiempo que relata que hace poco menos de tres horas las autoridades le han notificado que le permiten volver a su casa en Belén. Pero Ibrahim es consciente de los papeleos, de que la burocracia es lenta y de que seguramente antes de dos semanas no podrá dar todo por acabado.

"¿Qué será lo primero que harás al volver a Belén? Casarme. Tengo ya 33 años. En mi país, los hombres de mi edad ya están casados y tienen su propia familia. Luego recuperaré mi antiguo empleo. Era conductor de una excavadora y trabajaba en la construcción. Espero poder volver a ganarme la vida en eso", asegura Ibrahim, como si tratara de explicar que llevará una vida normal, dando, además, por sentado que no volverá a coger las armas.

Uno de los palestinos de la basílica de Belén deportados a España, a su llegada a Madrid en mayo de 2002.
Uno de los palestinos de la basílica de Belén deportados a España, a su llegada a Madrid en mayo de 2002.EFE

Compromiso de Hamás

Hamás está dispuesto a respetar el cese de hostilidades oficioso decretado unilateralmente con Israel hace tres semanas, aunque se reserva en un futuro el derecho de declarar un alto el fuego solemne, adhiriéndose así al acuerdo que Ariel Sharon y Mahmud Abbas pactaron el pasado martes en la cumbre de Sharm el Sheij (Egipto).

La decisión de Hamás de mantener la tregua fue anunciada anoche por uno de sus dirigentes, Ismail Haniya, al finalizar una reunión convocada por el presidente palestino, Mahmud Abbas, para conminarles a acatar el alto el fuego. Abbas había mostrado ante la prensa, horas antes de la reunión con Hamás, su intención de actuar con dureza frente a la desobediencia de los fundamentalistas, manteniendo por todos los medios la autoridad en la franja de Gaza y someter si fuera necesario por la fuerza a las facciones radicales.

La reunión se celebró tres días después de que los radicales se sublevaran en la franja de Gaza contra el alto el fuego y lanzaran una oleada de 50 misiles sobre los asentamientos judíos de Gush Katif.

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