La construcción europea
Mi querido amigo José Vidal-Beneyto, en su artículo del pasado sábado día 5, nos cita a una serie de comunes amigos y, con él, trabajadores por y en la construcción europea. Justifica la posible discrepancia entre los que estamos por el sí a la Constitución y su posición contraria en la posible lectura de textos distintos o, subliminalmente, una lectura incompleta por parte nuestra del referido texto. Vidal, buen lector, se basa en su absorción integral de las 480 y pico páginas del tocho comprensivo de Constitución, protocolos, declaraciones sobre la Constitución, declaraciones sobre los protocolos y declaraciones propias de Estados miembros.
Modestamente, y extiendo esta presunción a los demás citados en el artículo, he leído todo lo pertinente según la edición de la Oficina de publicaciones oficiales de las Comunidades Europeas; lógicamente, con más atención lo innovatorio y más de pasada lo conocido y archiconocido, como es todo lo que integra la parte III, mero arrastre de los tratados anteriores; pero, eso sí, con parada y fonda en las modificaciones decisionarias -eso es lo que cuenta- en todo lo afectante a esas políticas sectoriales contenidas en dicha parte III.
Que los Ministerios de Asuntos Exteriores y de Educación y Ciencia españoles hayan publicado versiones reducidas no sólo no es extraño sino que lo considero un buen servicio a los ciudadanos,siempre que no engañe, y así se ha hecho: todas las ediciones de ese tipo dicen literalmente en su portada "extracto".
Aplaudo la extensión de decisiones por mayoría cualificada en el Consejo y su correlato de codecisión con el Parlamento en unas veinte materias, entre ellas las muy importantes de Justicia e Interior. Con Vidal-Beneyto desearía que se extinguiese, al menos gradualmente, la exigencia de unanimidad en los temas a los que él se refiere, los de que tan celosos se muestran algunos Estados, es decir, economía, política social, fiscalidad y política exterior y de seguridad común, porque verdaderamente en ellos hay que dar el gran salto exigido por la globalización.
Pero, de nuestra común lectura detallada de la Constitución, creo que ambos podemos deducir la existencia de avances, tales como el de la "cooperación estructurada permanente" nada menos que en materia militar.
Pero, sobre todo, es importante que la revisión simplificada y la que yo llamaría supersimplificada del Tratado Constitucional facilite vías de modificación concreta a las políticas sectoriales de la parte III, sin mengua de las llamadas "pasarelas" (decisión genérica unánime de pasar a régimen de mayoría), y sin mengua de la mayor facilitación de la revisión total del Tratado Constitucional, en el que al hecho de la negativa o renuencia de una quinta parte de los Estados miembros se dé una respuesta en los tratados anteriores, y en el que los resume y es el vigente, Niza, ni por asomo se da.
Incurre Vidal-Beneyto en un error cuando da la fecha 2014 para concluir el Tratado: para tan sólo dos temas de tipo institucional se ofrece en el texto esa fecha y, en el más importante, que es el de los votos en el Consejo de Ministros, desde 2009 a 2014 la Constitución y su nuevo sistema estarán plenamente vigentes sin perjuicio de que en ese lapso de cinco años se reinstaure un temperamento similar al que consiguió Felipe González en Joannina. Temperamento consistente, ni más ni menos, en una invocación a que en los temas sensibles se busque, antes de votar, una aproximación de posiciones. Cosa que, por cierto, siempre se ha conseguido sin mayor estrépito ni paralización de la "unión más estrecha entre los pueblos de Europa", de que los padres fundadores hablaron, reitera el Preámbulo de la Constitución y José Vidal-Beneyto y todos los aludidos en su artículo propugnamos y constituye el índice primordial de nuestro variado compromiso político.
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