Llega el buen cine con una crónica sobre las matanzas de Ruanda
Desde que Hollywood cambió de estrategia adelantando la fecha de las nominaciones a los Oscar, Berlín se quedó sin el plato fuerte del cine norteamericano. Y es que las candidatas importantes del año ya han sido estrenadas comercialmente en Europa. Todas menos Hotel Ruanda, que ayer lo hizo en Berlín, nominada al Oscar al mejor actor, mejor actriz secundaria y mejor guión original, y vaya usted a saber por qué no a la mejor película.
La proyección de Hotel Ruanda ha desbordado a la organización que no podía atender la demanda de entradas. No ha sido, ciertamente, el de esta película el único caso. Todas las proyecciones suelen estar abarrotadas, y las colas de berlineses ante las taquillas son todo un espectáculo de masas. Habrá influido el que sea precisamente una de las pocas películas inéditas de los próximos Oscar, así como la declaración oficial del festival dedicando a África esta edición.
Hotel Ruanda narra con brío, sensibilidad y afán de denuncia la terrible matanza de la mayoría tutsi a manos de la minoría hutu sucedida en 1994, ante la indiferencia de las fuerzas internacionales. Una secuencia lo explicita sin disimulos: la que cuenta la evacuación exclusiva de los extranjeros blancos, abandonando a la población negra a su propia suerte. Bajo una lluvia torrencial, autobuses protegidos por los cascos azules van siendo ocupados por los huéspedes blancos del hotel Mil Colinas, ante la mirada desesperada de los tutsis que habían acudido al lugar con la esperanza de poder huir también del infierno.
El hecho está basado en la historia real del gerente de dicho hotel, hombre atildado y de maneras discretas (magistralmente interpretado por Don Cheadle), que no duda en dar alojo a esos refugiados que intentan huir de una muerte segura. Corrompiendo a militares, solicitando ayuda telefónica en Bruselas donde reside la compañía propietaria del hotel, aprovechando su condición de hutu para moverse con alguna facilidad pero jugándose él mismo la vida, llegó a alojar y mantener a más de 1.200 personas, entre ellas a su esposa, tutsi, y a sus hijos. Esta crónica está narrada con la claridad de ideas a las que nos ha acostumbrado el director irlandés Terry George, guionista de En el nombre del padre y director de En el nombre del hijo (traducción absurda de Some mother's son), ambas sobre la realidad del IRA.
Hotel Ruanda no compite en Berlín ya que lo hizo en el último festival de Toronto, donde el actor Don Cheadle obtuvo el premio al mejor actor. Una pena, porque las que sí han competido en la misma jornada no están ni a una altura aproximada. Una de ellas, Asilo, es la nueva propuesta de David Mackenzie, el director de Young Adam, recientemente estrenada en España y que, como en aquélla, cuenta una historia de forzados recovecos. Aquí es la de una mujer (Natasha Richardson) casada con el médico que regenta el manicomio, y que cae rendidamente enamorada de un paciente (Marton Csokas), encerrado por el asesinato de su mujer. Melodrama con múltiples dimes y diretes, culpabilidades, sexo, hijito ahogado, suicidios, algún homosexual muy perverso (Ian McKellen), dejando en este espectador la sensación final de que el tiempo que dura la película podía haberse aprovechado en algo más sustancioso.
Algo parecido, aunque de menor intensidad, sucede con la película americana Thumbsucker (independiente, claro está), primera obra del cuarentón Mike Mills, que cuenta que un adolescente de 17 años se pasa el día chupándose un dedo. Naturalmente esa manía significa que el muchacho está angustiado, lo que no consigue resolver ni su dentista (Keanu Reeves), que a ratos es también psicólogo e hipnotizador. El chaval descubre el sexo y las drogas mientras sus padres (Tilda Swinton y Vincent D'Onofrio) sufren sus propias crisis de identidad. La historia de este chupador de dedo viaja entre la comedia y el absurdo, y tiene un aspecto simpático que, sin embargo, no evita que el conjunto sea un dèjá vu: no en vano estas crisis de adolescentes se han contado en innumerables películas, no precisamente de festivales. En cualquier caso, para ser objetivos, ninguna de estas dos películas de concurso recibieron aplausos significativos. Algunos, escasos y tibios.
Babelia
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