Cuando los niños empuñan armas
Los soldados eran jóvenes y fuertes, y tenían el corazón tan velludo como sus brazos. La violaron doce veces, una vez por cada año de vida de la niña, y Blancanieves por fin abrió los ojos, después de muerta, como si cada soldado hubiera sido un príncipe y cada violación, un beso...", dice el narrador omnisciente de Y como no se pudrió: Blancanieves, poema dramático en el que Angélica Lidell aproxima al público el tema apocalíptico de los niños soldado. Por su escritura, Blancanieves, que se representa la semana próxima en La Casa Encendida, de Madrid, parece la continuación natural de Y los peces salieron a combatir contra los hombres, estrenado el año pasado: lo más redondo que ha hecho la actriz, autora, escenógrafa y directora madrileña.
Angélica Lidell idea y ejecuta sus obras de cabo a rabo. Y los peces salieron a combatir... comienza con un pasodoble, que sube a primer plano mientras una mujer espasmódica vestida con la bandera de España (interpretada por la autora) se bebe el mar. Litros y litros de agua, rebosando, calando la bandera, encharcando el suelo. En muchos momentos, Angélica Lidell tiene la fuerza de una actriz alemana, el halo perverso de los personajes de Lindsay Kemp. Callada, recuerda la aparición de las dos gemelas muertas que observan desde un ángulo del pasillo al hijo de Jack Nicholson en El resplandor. La misma cara, la sonrisa inquietante, el pelo lacio. Luego arranca a hablar, imparable: "No hay champán para todos", segura de que para ella sí. Escupe las palabras con voz de dibujo animado, como un teletipo, con movimientos de mantis religiosa, eléctricos, desarticulados. Embadurnada de maquillaje blancuzco, recuerda la Salomé de Steven Berkoff, otro actor y autor fuera de norma, y a Lon Chaney, por lo atinadamente que administra tanta truculencia.
Gumersindo Puche, antagonista de la autora en Y los peces salieron a combatir..., encarna a un negro naufragado en Tarifa. Sobre su cuerpo desnudo y herido, la mantis rojigualda pega tiritas a puñetazos. Apoyada en la pared del fondo, una cruz hecha con seis lavadoras automáticas. Huele a pescado: una gran cabeza de pez se descompone sobre la escena. La intérprete corta la acción, y cuenta cómo escribió el espectáculo, y cómo hubo de plegarse a hacer las primeras funciones con un vestido rojo, sin la franja central amarilla: la dirección del festival donde estrenó temía por su continuidad. Lo que hace Angélica Lidell no es nuevo. ¡Pero cómo lo hace! Con una voz que abarca el escenario y una gestualidad impredecible.
El texto de Y como no se pudrió: Blancanieves promete un espectáculo tan medidamente violento como Y los peces salieron a combatir contra los hombres. La autora sitúa su poema dramático en un futuro no del todo improbable, donde el objetivo principal de la guerra son los niños. Ya lo fueron para los francotiradores en Bosnia. Explicaba uno de ellos cómo escogía su blanco: "Si sólo dispones de un tiro y matas al padre, el hijo le vengará. Si matas al hijo, hundirás a su padre en la desesperación". Según Amnistía Internacional, hay más de 300.000 niños soldado, y regiones enteras donde, diezmados los adultos en edad de combatir, sus hijos les sustituyen: son secuestrados, enviados a las misiones más peligrosas y usados como esclavos sexuales por los mandos. Son más manejables que sus padres y se les optimiza mejor. "La infancia en Occidente conoce la crueldad a través de los cuentos; en el resto del mundo, la conoce a punta de machete o a cambio de un plato de comida", dice el programa de mano. Lidell canta el martirio de Blancanieves y su transformación en una niña insensible y sanguinaria. "Ahora soy tan fuerte, que me podrían usar como yunque", acaba diciendo.
La propia autora encarna a la protagonista y Gumersindo Puche, la otra mitad de la compañía Atra Bilis, a los soldados que se va cruzando en viaje sin retorno, y al narrador del cuento. Blancanieves se estrenó en enero en La Fundición, de Bilbao, se acaba de representar en La Nasa, de Santiago de Compostela, y ahora llega al festival Escena Contemporánea durante tres únicos días. Pocos para una ciudad como Madrid.
Y como no se pudrió: Blancanieves. La Casa Encendida. Del 18 al 20 de febrero. A las 22.00.
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