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Tribuna:CIRCUITO CIENTÍFICO
Tribuna
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Buscando a Jano

Jano tiene dos caras porque puede leer el pasado y el futuro. Es el dios de las transiciones, inventor de las leyes y la agricultura. Su mes es enero, el que marca el final y define el comienzo. La biomedicina necesita un Jano que lea en dos mundos, el descubrimiento y su aplicación. No hay posibilidad de avance terapéutico sin ciencia básica, y la ciencia básica no contribuye al aumento del bienestar si no transforma sus descubrimientos en desarrollos industriales y comerciales.

La salud es prioritaria para la gente, por eso los poderes públicos intentan mostrar que fomentan la investigación en biomedicina. Pero la distancia entre la investigación y su aplicación es enorme. En tiempo (15 años para un nuevo fármaco), en dinero (800 millones de euros de inversión media) y en riesgo (menos de 1 de cada 10.000 moléculas investigadas se transforman en fármacos). El presupuesto anual en I+D de cualquiera de las grandes multinacionales farmacéuticas equivale al total plurianual del sexto programa marco de la UE, y aún así la gran industria farmacéutica es incapaz de autoabastecerse de innovación. El conocimiento se genera fundamentalmente en el sector público; su desarrollo depende totalmente de la inversión privada.

Transferir el conocimiento es muy difícil, porque las preguntas de la ciencia básica y las de la industria son de manuales distintos. El conocimiento básico siempre queda lejos de los mínimos buscados por la industria. Descubrir una nueva proteína terapéutica es un gran avance, pero a una compañía le importará sobre todo su estabilidad o su toxicidad, cuestiones ajenas a la investigación básica, sin olvidar la propiedad intelectual. Los descubrimientos que no se patentan pueden no llegar a desarrollarse nunca, con la consecuente pérdida de valiosas oportunidades terapéuticas (y comerciales).

España genera buen conocimiento, pero falla estrepitosamente en las aplicaciones industriales. Muy mal en patentes por habitante o licencias a la industria, peor en creación de empresas biotecnológicas o nuevos fármacos. Tenemos una buena biomedicina que no sabemos convertir en biomedicinas y PIB. Muchas oportunidades se pierden porque no patentamos, porque patentan otros en base a nuestras ideas o porque no gestionamos correctamente lo que supimos descubrir y patentar. Los descubrimientos de la ciencia española no son absorbidos por la industria nacional y no son detectados por los radares de la industria multinacional. La brecha es grande, y hay pocos puentes.

Falta un Jano. La cadena de valor de la biomedicina está interrumpida en el equivalente de la industria auxiliar de sectores maduros: nos falta masa crítica de pequeñas y medianas empresas capaces de añadir valor al conocimiento puro para hacerlo apetecible para la industria con capacidad global. Empresas en íntimo contacto con los centros académicos, que licencian sus patentes o incluso las provocan, empresas que visten descubrimientos básicos hasta llegar a los estándares de selección del comercializador final. Sólo con una industria auxiliar bien desarrollada que ocupe la interfase entre la generación de conocimiento y la fase final de su desarrollo se puede consolidar un sector biomédico estratégico que contribuya además de forma significativa al PIB.

Tenemos la obligación de aprovechar el conocimiento surgido de la inversión pública en biomedicina y por ello necesitamos potenciar la interfase, invocar a Jano. Jano es cualquier intermediario inteligente capaz de leer en la investigación biomédica aplicaciones futuras originales, protegibles y con viabilidad económica. Jano es la nueva industria biotech; Jano son gestores que interpreten la ciencia en un entorno empresarial; Jano es capital dispuesto a financiar la creación de empresas de alto riesgo surgidas de los centros públicos de investigación, capaces de pasar el testigo a la industria global. Es el momento de ponerle una vela a Jano y fomentar la ocupación de esa tierra de nadie que es la transferencia de tecnología. Para la política científica no se trata de grandes inversiones, ya que el esfuerzo financiero necesario para cubrir la brecha entre la investigación biomédica y el paquete de venta mínimo del sector biotech no es grande. Un proyecto de demostración precompetitiva no tiene nada de ciencia básica ni de mérito académico, pero añade mucho valor de cara a una patente, una licencia o la creación de una spin-off. Para hacer realidad las enormes oportunidades que ofrecen los avances científicos debemos desarrollar y mantener ese tejido industrial auxiliar capaz de leer los dos mundos de la biomedicina.

Luis Ruiz-Ávila es director general de Advancell (una empresa de biotecnología de origen universitario creada en 2001)

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