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Columna
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Diez años sin Perich

"Gracias a la libertad de expresión, hoy ya es posible decir que un gobernante es un imbécil sin que nos pase nada. Al gobernante, tampoco".

No pueden caber muchas dudas sobre la autoría del aforismo. La causticidad, la mala leche y el cinismo corrosivo que esconde sólo puede llevar el nombre de Jaume Perich. Recordaba esta frase, ayer en el Colegio de Periodistas (Barcelona, Rambla de Catalunya, 10), su hija Raquel, que asistió a la inauguración de una exposición de obra del dibujante desaparecido hace ahora 10 años (murió el 1 de febrero de 1995, a los 53 años). Deu anys després: homenatge a Perich es, de hecho, una continuación de la exposición de homenaje que se montó dos lustros atrás y que recaló en distintos lugares de Cataluña. Pero la exposición de ahora tendrá un sabor especial: en su modestia, va a preludiar diversas iniciativas para recordar a Perich. En julio está previsto inaugurar en el palacio de la Virreina una exposición antológica que se alargará hasta principios de octubre. Y antes de eso debería haber salido un libro importante, una antología de su obra que está preparando el periodista Josep Maria Cadena. Por lo demás, hace pocos días la biblioteca de Premià de Dalt, lugar de residencia del ninotaire, como a él le gustaba llamarse, ha sido bautizada con su nombre.

Se cumplen diez años de la muerte del dibujante Jaume Perich. Dos exposiciones y un libro evocan su corrosiva e inteligente mirada

Así pues, el recuerdo de Perich sigue vivo. Raquel citó la frase que encabeza esta crónica como ejemplo de que algunas mordacidades de su padre tienen hoy plena vigencia. Y recordó un par más, recogidas por ella misma en Internet: "La mejor prueba de que en Estados Unidos cualquiera puede llegar a presidente la tenemos en su presidente" y "Recibe el nombre de mundo libre aquella parte del mundo que está en poder de Estados Unidos". Raquel no recuerda que su padre dejara escrito como epitafio propio "Nunca estuvo en Andorra", pero sí que el país pirenaico, Meca del consumo, formaba parte de sus obsesiones, por lo que toma nota mental de esta nueva ocurrencia.

La exposición del Colegio de Periodistas es de formato pequeño, pero ofrece un panorama completo de los múltiples registros del fundador de la revista Por favor. Hay, por ejemplo, un panel de dibujos dedicados a los gatos: conocida fue su pasión felina. Los defendió con energías de cruzado, exaltando su independencia frente a la compañía perruna, en su opinión mucho más interesada y rastrera. Pero hay otra viñeta, muy tierna, que habla de un amor amplio por el mundo animal. En ella se ve a un pájaro con aire un tanto desvalido esperando pacientemente... ¡un ascensor!

Ahora bien, uno sigue teniendo su corazoncito en el Perich que arremetía contra la alta jerarquía eclesiástica, irreverente y certero. En uno de los dibujos aparece un obispo tocado con tiara, meando... y tapándose los ojos para no ver su propio atributo pecador. Luego hay viñetas sobre el mismo asunto de contenido más escatológico: Perich sintonizaba con esa propensión tan catalana de bromear con la defecación y cuanto le acompaña. Pasaremos por encima de ellas, pero no sobre otra que reproduce una portada de la revista ¡Hola!: en ella aparece retratado de nuevo un alto cargo eclesiástico (siempre identificado por una tiara imponente, del mismo modo que, desde la aparición de Autopista, en 1971, cubrió a los ricos con grandes sombreros de copa) y junto a la imagen del prelado la siguiente frase entrecomillada: "Mi amor hacia Dios sigue firme". A saber qué nos hubiera deparado su lápiz ante la última invectiva eclesiástica contra los condones y a favor del trasvase del Ebro.

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Perich era una figura necesaria e higiénica en este paisaje nuestro de consensos excesivos. Como humorista de primera fila que fue, nunca olvidó la máxima que exige en primer lugar bromear sobre uno mismo. Así, al final del recorrido de esta exposición se encuentra un dibujo que reproduce la clásica conversación de bar entre el burgués acomodado -solía pintarlo con puro, gafas oscuras y bigotito facha- y el progre irredento -jersey grueso de cuello alto, trenca y barba desarreglada. "¡Es curioso eso de que el comunismo haya fracasado en todas partes!", observa el burgués, leyendo la prensa diaria. A lo que el progre le contesta airado: "¡Eso es falso, sólo [ha fracasado] en los lugares en que se ha aplicado!".

El desencanto que se abatió sobre muchos concluida la transición pilló a Perich en pie de guerra, con ganas de liarla. Pocos ejemplos van quedando en los periódicos de una fidelidad tan íntegra e insobornable a sus propios principios. Recordarle a los 10 años de su muerte es un acto de justicia. Aunque tal vez a él la palabra le hubiera parecido demasiado pomposa. Con una carcajada ante uno de sus ácidos dibujos hubiera tenido bastante. Era su personal e intransferible manera de pergeñar un paisaje moral que sin su crítica diaria ha perdido mucho, muchísimo encanto.

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