Levantando el distrito más pequeño
Miles de inmigrantes trabajan en el aeropuerto o en la docena de hoteles que están siendo construidos en Barajas
Barajas no es un distrito atractivo para que los inmigrantes instalen en él su residencia. O por lo menos es lo que dice la estadística. Tan sólo el 10,4% de los 42.474 vecinos de este distrito, el más pequeño de la capital, es extranjero. En cambio, la zona sí que supone una fuente de empleo para miles de inmigrantes que todos los días participan con sus manos en la construcción de la docena de hoteles que se están levantando o en la ampliación del aeropuerto. "Esta obra ya está en su última fase, pero aún queda una importante remesa de trabajadores inmigrantes que todos los días dan los últimos retoques", explican fuentes de AENA. "Alrededor del 90% de los empleados que están trabajando o han trabajado en la ampliación del aeropuerto de Barajas es de origen extranjero", añaden dichas fuentes.
Alrededor del 90% de los empleados del aeropuerto madrileño son extranjeros
En los bares y cafeterías que hay alrededor de la estación de metro de Barajas conocen bien a estos inmigrantes: ellos llenan los locales a primera hora de la mañana y también a última hora de la tarde, cuando el autobús de la obra les vuelve a dejar en la parada del metro. Las obras no son las únicas que dan trabajo en el distrito. El ruso Constantino trabaja como barrendero en la zona gracias a que su abuelo es español y eso le hace tener nacionalidad española. La búlgara Cristina y la rumana Mónica sirven cafés en uno de los bares de Barajas y comparten barra con otras camareras españolas.
Como en la mayoría de los distritos, la colonia ecuatoriana es la más numerosa, con 718 vecinos. Le sigue la colombiana (541), la peruana (434) y la marroquí (396). En quinto lugar están los franceses, que forman un núcleo extranjero con mayor poder adquisitivo (al igual que pasa en el distrito vecino de Hortaleza). Desde el 1 de enero de 2004 hasta el 1 de enero de 2005 la población extranjera de Barajas ha aumentado un 12,5%.
"Por barrios, el del Aeropuerto (21,4% de extranjeros) y el del casco histórico (18,4%) son los dos preferidos por los inmigrantes, debido a que los precios de los pisos y de los alquileres son mucho más baratos que en otros barrios, como la Alameda de Osuna", explica Tomás Serrano, concejal del distrito. Aquí, en la Alameda de Osuna, el porcentaje de extranjeros es simbólico (6,8%). Muchos de ellos, además, son europeos: trabajadores de empresas instaladas en el distrito o dentro del aeropuerto de Barajas.
La renta per cápita es de 13.906 euros anuales, superior a la media de la capital, y el precio medio de la vivienda ronda los 2.400 euros por metro cuadrado. La construcción de pisos de lujo ha ido variando la composición social de este vecindario, antaño obrero. Barajas alberga los recintos feriales de Ifema, alrededor de los cuales se han ido afincando numerosas empresas, y cuenta también con dos parques emblemáticos: el Juan Carlos I, una zona verde de diseño, y El Capricho, un jardín romántico del siglo XVIII.
Pero Barajas es, sobre todo, el aeropuerto, que ocupa dos tercios de todo el distrito. A él llegan a diario inmigrantes con la ilusión de empezar una vida nueva. El viernes pasado llegó en un vuelo procedente de Lima Sammy Condor, de 17 años. En tierra le esperaba su tío, Martín Condor, peruano que lleva un año y medio en España. Martín llegó al aeropuerto con el mono de la obra puesto. Y con una preocupación: que los sueños de su sobrina no se vengan abajo. "Estoy preocupado. Ella viene con muchas ilusiones. Me la manda su madre. A veces creo que la culpa es de los que estamos ya aquí. Cuando volvemos a nuestro país de vacaciones sólo contamos lo bueno, nunca la vida tan dura que tenemos aquí. Por eso en Lima se piensan que es un sueño estar en Europa", reflexiona. Su sobrina tarda más de dos horas en salir. Martín empieza a ponerse nervioso: su jefe le llama en 20 minutos tres veces para saber cuándo piensa regresar a la obra. Por fin aparece la chica, con una pequeña maleta y despeinada. Al ser menor, el control en inmigración ha sido mucho más exhaustivo.
Otros no tienen tanta suerte y no salen. Una pareja de bolivianos se dirige directamente a la comisaría de policía al comprobar que el familiar al que esperan no aparece. Allí le dan un número de teléfono donde tienen que preguntar por el paradero de esa persona. Temen que finalmente haya sido retenido en la sala 3. "Hasta esta sala de tránsito llegan los extranjeros no admitidos o los que piden asilo. Aquí se les da asistencia jurídica y social", explican fuentes policiales. La sala está en la zona de tránsito internacional y está custodiada por agentes del Cuerpo Nacional de Policía. Los retenidos van dejando la sala en cuanto hay un hueco en un vuelo a su país.
Por eso, el objetivo es no llegar nunca a la temida sala 3.
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