Pujol, 45 vueltas al mundo
Jordi Pujol fue un viajero incansable. En los 23 años que estuvo al frente de la Generalitat de Cataluña realizó 374 viajes al extranjero, otros 307 por España y dio, si se suman el total de kilómetros recorridos, 45 veces la vuelta al mundo. El récord lo tiene Francia, con 105 viajes; Alemania, 67; Italia, 40; Bélgica 38 o Suiza, 21. Y entre los destinos exóticos, un viaje oficial a Irian Jaya, Nueva Guinea y norte de Australia que no aportó ningún resultado.
Los desplazamientos de Jordi Pujol tenían un único objetivo "fer pais i vendre pais" [hacer país y vender país], es decir, que el nombre de Cataluña, su personalidad política y cultural diferenciada, se conociera allende los mares. Y conseguido este propósito atraer inversiones extranjeras para Cataluña -Japón se situó a la cabeza en la década delos ochenta- y conseguir que los empresarios catalanes invirtieran en terceros países. Una meta que le costó más de un sobresalto en el Parlamento, donde tuvo que dar explicaciones sobre un fenómeno, entonces incipiente, que después se conoció como deslocalización. Mientras algunos empresarios abrían plantas en la Europa del este o China, las cerraban en Cataluña por motivos de costes laborales.
Los primeros viajes oficiales al extranjero de Pujol causaron perplejidad en el Gobierno central, pero sobre todo entre los embajadores españoles que intentaban torpedear los contactos políticos del presidente catalán en la nación que visitaba. Pero la oposición, otrora encabezada por los socialistas, mantuvo siempre una opinión satisfactoria sobre la actividad diplomática del presidente catalán.
Oposición
Los viajes de Pujol despertaron el recelo de la oposición por diversos motivos. El primero al conocerse que algunos hijos del presidente -siempre cuestionados por sus turbios negocios empresariales- formaron parte de la comitiva oficial. Mireia y Oleguer participaron, al menos, en los de Israel, Túnez, Davos, Portugal, México, Chile, Uruguay y Argentina. Pere Pujol Ferrusola, cuarto de los hijos, aterrizó en 1997 en Argentina acompañado del director general de Energía. Y en 1990, Jordi, el primogénito, apareció, desapareció y finalmente volvió a aparecer, en una visita oficial a Lisboa. Un periodista de EL PAÍS le vió en la comitiva, pero la Generalitat lo desmintió. Al final, el Gobierno catalán no tuvo más remedio que confirmar su presencia. Todos estos episodios despertaban la ira no sólo del propio presidente sino de su esposa, Marta Ferrusola, que siempre ha defendido, a capa y espada, la honorabilidad de sus hijos y su derecho a ganarse la vida.
En otras ocasiones la oposición se cebó en el abultado número de los miembros de la comitiva y los gastos. En algunos viajes, más de 200 personas acompañaban a Pujol, la mayoría con el billete subvecionado por la Generalitat. En junio de 2002, el PP denunció que el entonces conseller en cap, el convergente Artur Mas, viajó a Cuba acompañado de un séquito de 17 personas. El PP lo calificó de la Corte del Rey Arturo.
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