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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una mirada feliz

Desde luego no es Janet Flanner la más conocida de esas expatriadas norteamericanas que llegaron a París, a principio de los pasados años veinte, en busca de bohemia y libertad. ¿Cómo compararla con la siempre enigmática Djuna Barnes o con la poderosa Gertrude Stein o aun con la librera Sylvia Beach? Entraría en el campo de las damas menores de la Rive Gauche, como Kay Boyle o la británica antillana Jean Rhys...

Janet Flanner ( menos conocida hoy) fue en su tiempo, quizá, la más conocida de todas. Pues escribía quincenalmente una página en The New Yorker con el título de Carta desde París. Flanner (1892-1978) debió el pequeño y valiosísimo chollo a una amiga, Jane Grant, que se casó con el director de la reciente revista. Miss Flanner llegó a París en 1922 -con ansias de ser escritora y preparando una novela moderna- y empezó a escribir su carta quincenal en agosto de 1925. La sección (con el intervalo de la Segunda Guerra Mundial, en que la autora regresó a América) se mantuvo hasta agosto de 1975. Medio siglo. Una inmensidad para el periodismo.

PARÍS ERA AYER (1925-1939)

Janet Flanner

Traducción de

Damián Alou Ramis

Alba. Barcelona, 2005

375 páginas. 18,30 euros

Janet Flanner quiso ser escritora siendo una estupenda periodista. Debía contar París (y lo que pasaba en París) al lector norteamericano, siempre deslumbrado por la Ville Lumière. De ahí que sus libros de memorias, como Una americana en París (1940), resulten mucho más atractivos que su experiencia en la novela moderna, prácticamente cerrada en su primer libro, La ciudad cúbica, en 1926. Flanner (que llegó a París huyendo de su marido y en plan lésbico con una amiga que de actriz pasaba a escritora, Solita Solano) firmó sus crónicas parisienses como Genêt (en español retama) nadie sabe bien por qué, acaso por una mala imitación de la pronunciación francesa de Janet...

París era ayer (con un prefa

cio situacional de James Campbell y un prólogo general de la propia autora) se publicó en inglés en 1972, y no pretendía ser otra cosa que una antología cronológica de la Carta desde París, reproduciendo -en general- sólo fragmentos. El resultado (en los años mejores de esas crónicas, justo hasta el borde de la guerra) no puede ser más sugerente y vivaz. Es el periodismo vuelto memoria. Leemos lo de ayer con una prosa divertida, alada, ligera e inmediata -de hoy- que sólo en ocasiones necesita de algún paréntesis para aclarar algo al lector moderno. Hay muchas necrológicas, pero tienen la espontaneidad del testimonio, y no lloran. Y a menudo la cosa queda en mero apunte, como un estreno de Mistinguett en 1935, que le sirve a Flanner (que puede recordar momentos de Dorothy Parker) para una frase ingeniosa. El panorama es tan abarcador -y grato- que necesita y tiene un índice analítico de nombres. Nos enteramos del éxito póstumo de las obras de Proust y de la muerte de muchas damas que lo pudieron inspirar, como la Dúchese d'Uzès o la de Rohan, grandes señoras de la vieja aristocracia. Oímos hablar a Picasso y vemos aparecer a Jean Cocteau, a Marlene Dietrich o a Georges Simenon. Nos enteramos de la muerte del rico propietario del coñac Hennessy, y de la publicación de El pozo de la soledad de Raddyffe Hall. Conocemos los ballets rusos en su declive, y la librería Shakespeare and Company. Vemos al príncipe Yussupov -el que mató a Rasputín-, y asistimos al entierro de Anatole France y al retorno de la Unión Soviética de un Gide enfadado. A ratos (aunque las pinceladas casi siempre valen la pena) sentimos que no se nos dé el artículo entero, pues dos de los mejores textos -las semblanzas necrológicas de Isadora Duncan y de Edith Warthon, 1927 y 1937- son artículos largos... Ravel y Panamá Al Brown. ¿Qué más decir? Un tiempo deslumbrante visto por una periodista ingeniosa que -intuimos- supo estar en su sitio y pasarlo bien. Un libro grato que no sólo nos dice lo que fue el París de la generación perdida, sino que nos descubre que -sobre todo en la década de los veinte- los americanos amaron París porque era una ciudad muy bella, muy libre y muy moderna, pareciendo aún (frente a Nueva York) una ciudad del pasado. Periodismo vuelto literatura. ¿No debiera serlo siempre?

Janet Flanner y E. Hemingway vivieron en París, años veinte y treinta, y volvieron como corresponsales en 1944.
Janet Flanner y E. Hemingway vivieron en París, años veinte y treinta, y volvieron como corresponsales en 1944.CORBIS

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